viernes, 15 de agosto de 2014

Llantos

Llantos.

Miguel Hernández construyo una inmensa catedral de dolor y pena( " pero sin dios afuera") para Ramón Sije, su compañero del alma.
Y uno lleva sus propias catedrales hechas de llanto y bronca por los amigos que ya no podrá abrazar.
El Gordo Troilo, gigante y sabio,dijo una vez que " uno no se muere de golpe, se muere de a poco en cada amigo que se le muere".
Espectros afables y queridos se agolpan del lado de la zurda, con risas singulares, palabras, miradas, gestos y todas esas cosas de la que esta hecha la memoria y marcan su presencia en los mapas del corazón.
La imposible Montreaux será siempre Graciela.
Salto oriental el gordo Rolando Faget y Brian Peralta.
Porto Alegre Cao Trein, Carlinhos Hartlieb, Nico Nicolaievski, Fernando Ribeiro y Nando D' Ávila.
No hay rincón de Montevideo, un día y otro, en el que no me cruce con un recuerdo del Choncho Lazaroff, mi hermano el Darno. Capagorry que fue en cierto modo padre, Marcos Gabay y tantos.
Uno entonces anticipa el llanto por su propia vida.



Llantos.
Las mareas del alma también hacen naufragar cosas muy valiosas: todos los sueños apacibles que has dormido en una cama, el par impar y las mariposas nocturnas de la ternura.
Entonces viejos llantos, que creías vueltos nubes de tu propio cielo, de nuevo se asoman a tu cara.


Llantos.
Seni Labart, poetisa uruguaya de mi generación, me contó una vez que cuando su madre quedo sola lloro un río en la habitación y el piano naufrago para siempre.
Ella era así, respondía de un modo poético para explicar ciertas circunstancias de la vida, de la muerte y también el llanto.
Alguien que llora un río es que ha sido inundado por la desolación y la pena.
Frente a eso, no sale a flote ni el piano más pintado, en el que la Mama de Seni nos enseño por que Mozart es un mutante y Chopin un poco maricon, pero maravilloso.

Llantos.

En 1975, con mi amigo Carlos Perdomo, fotógrafo publicitario, fuimos detenidos por sacar fotografías en el Hospital Vilardebo para un espectáculo.
Nos detuvo un policía de particular que entendió que no se podían fotos allí y nos llevo a una seccional.
Carlitos trabajaba pasa una agencia de publicidad que trabajaba para un ente oficial repleto de milicos, por lo cual cuando vieron las cámaras y los negativos nos pasaron a Inteligencia y Enlace en la calle Maldonado.
Los tipos allanaron mi casa y la de Carlos y se llevaron todo lo que pudieron.
Pero no hablare de nuestras peripecias porque sólo nos  llevamos algunos golpes y además el gran Walter Pérez, dueño de la agencia y suegro de Carlitos, intervino y los liberaron. Nos hicieron precio y la sacamos muy barata.
Lo que sigue contare es la última noche.
Estábamos  tirados en un rincón de una habitación con la cabeza tapada por una manta, nos tenían así para que no viéramos nada.
Trajeron a alguien, que después pude identificar e incluso avisarle a la familia que estaba vinculada al Zithlovski.
Lo habían maltratado mucho y estaba esposado, porque se movía y se sentía el ruido metálico de las esposas contra el piso. Imploro agua toda la noche con desesperación y sólo obtuvo risotadas, burlas y golpes.
" Ustedes calladitos", nos decían a nosotros tirados en el rincón opuesto.
Recuerdo que llore por ese compañero, por mi y por todos los que estábamos en ese infierno.
Unos días después sentados en un café, Carlitos, que era un alma buena, me dijo: " Sabes que llore de impotencia aquella noche horrorosa? "

Llantos.

A los 4 años, aferrado a las rejas de mi casa en la calle Abacu, lloraba porque quería ir tras los niños que de túnica blanca pasaban por mi calle rumbo a la escuela Austria.
Lloraba tanto que mi madre fue a pedirle a la directora que hiciera una excepción y me admitiera en jardinera.
Tras idas y venidas logro que me aceptaran.
Fui muy contento de la mano de mi padre y me sume a los chicos que jugaban en el patio de la escuela, que no fueron demasiado amigables conmigo.
Más aún, fueron hostiles y crueles conmigo, era el " nuevo" y además más chicos que la mayoría.
Había estado deseando ir con estos niños que pasaban alegres a un lugar encantado que llamaban escuela.
Ahora estaba allí, lo que tanto había deseado, pero me daba cuenta que estaba sólo rodeado de realidades paralelas.
Cuando me volví desesperado a buscar a mi padre, el ya no estaba. Corrí a la reja de la escuela y vi que el iba caminando calle arriba.
Me sentí desolado y otra vez estaba llorando aferrado a unos barrotes.
Hay ilusiones que te hacen llorar y cuando te desencantas de ellas, lloras de nuevo.



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