Esto lo he contado varias veces.
En 1970, cuando se auguraba la unidad de toda la izquierda uruguaya en nuestro frente amplio, viajé a Tacuarembó para un encuentro de las juventudes políticas.
Llegado a la ciudad, espiado permanentemente por la policía, tomé contacto con jóvenes militantes como yo. El que más me impresionó, de un grupo impresionante de tempranos poetas y cantores, fue un flaco de pelo larguísimo que tenía una foto de Donovan Leicht pegada en el estuche de la guitarra.
Era Eduardo Darnauchans Miralles, elDarno, que todavía no era el Darno.
Ahora, que he perdido su voz, sus toses y su fraternal compañía, me quedan sólo los recuerdos, la memoria de los días que vivimos, a lo largo de 37 años en la Madre cruel Montevideo.
Fidel Sclavo, ese maravilloso artista de la generación inmediata a la nuestra, me escribe en un mail:
¨Gran Macu:
En realidad, estaré por allí recién la semana próxima, cerca del jueves.Acabo de llegar del norte.
Me acordé mucho de vos.
Estuve unos días en Woodstock.
Con Donovan.
Sí, el mismo.
Donovan Leitch. Y por esas tierras.
Por el Darno...¨.
Donovan, ese baladista, picado de viruela y acné, nos vuelve a juntar con el Darno, hermano querido, salido de gira para siempre.