miércoles, 22 de octubre de 2008

BUSCANDO A MIGUEL CANTILO

Vengo de lugares similares, cargando sueños y broncas parecidas.
Entre nosotros, me interesaban más ¨A dónde va la gente cuando llueve¨ o ¨Con ropa de varón¨que ¨La Marcha¨, especialmente allá por mitad de los 70 cuando unos hermanos músicos Andrés Recagno y Bernardo Aguerre las cantaban en los ensayos de un pretencioso espectáculo multidisciplinario que llamamos ¨Macunaíma I ¨.
Supongo que estaba enfermo de yoismo o los demás nos le importaba demasiado, ya que el poeta aparecía como el más conocido de todos los que participaron.
Tuve ¨Conesa¨en disco y los milicos me lo llevaron junto con una montaña de libros, discos y cintas, antes de que estrenáramos el espectáculo el 27 de octubre de 1975.
Fuimos en cana con mi amigo Carlos Perdomo, un extraordinario artista y fotográfo, porque nos descubrieron tomando fotos, furtivamente, en el cuadro bajo del Hospital Vilardebó.
¿Pero qué tiene esto que ver con Usted, Miguel Cantilo?
Creo que bastante, las mismas peripecias generacionales, los mismos padecimientos por las   hijaputeces de un sistema tan calloso y sin alma, que tiene que saltarse su propia legalidad.
Sin conocernos, creo que podemos reconocernos en esas cosas que nos pasaron, mientras Usted soñaba canciones y yo unos versos demenciados por mi angustia frente al sufrimiento de mis hermanos.
Una tarde del 74, vi fugazmente a una compañera del Instituto de Profesores Artigas, Nibia Salbazagaray, imagino que ya clandestina, caminando por una calle céntrica de Montevideo.
Nunca nos llevamos muy bien, nos teníamos una mutua ojeriza, por eso su martirio me duele muy hondamente. Era una muchacha con un firme y claro compromiso político y social, llena de vida, alegre y con una cara de manzana.
 La asesinaron  con la saña que sólo pueden matar este hato de criminales que nos robaron para siempre el cielo de nuestra juventud.
¿ Cómo recordar que pretendimos asaltar el cielo, rodeados de tanto crimen impune y de tanta
vergonzosa canalla cómplice?
Escuchar ¨Apremios ilegales¨, aunque esté dirigida a un hombre sometido a suplicio, me recuerda el crimen de Nibia, infame muerte pasada como ¨suicidio¨, el eufemismo acuñado por la dictadura para tapar sus crímenes.
Seguramente, brother Cantilo estoy buscándole para constatar si las piezas comunes ajustan de la misma manera en nuestras historias personales, en nuestras formas de andar en el camino.
He andado con otros en la vida, muchos de ellos le conocen y le estiman.
Me gustaría conocerlo alguna vez, diría el brother Esteban con un vinito, joder, que este se me ha puesto de lo más valenciano. Pero si no fuera así, que al menos se diera una vuelta por El Faro, para hablar de su música, de los sueños que no arriamos jamás o, como diría el poeta Líber Falco, ¨para hablar simplemente de cómo cambia el cielo¨.

lunes, 20 de octubre de 2008

OSVALDO SORIANO, CON PERMISO DE CRISTINA CASTELLO.




Los libros de Osvaldo se codean con los de Washington Benavides, en un estante cercano.



Mire, Don Soriano, no podría precisar en qué momento comencé a leerlo y Usted se quedó entre mis libros más cercanos.
A fuerza de leerlo, de la misma manera que me pasó en la adolescencia con Arlt, se volvió una presencia tan próxima como mis hermanos poetas, Elder Silva, el Negro Luis Pereira, Macachín, el agrio Víctor Cunha, en fin, los poetas de la resistencia.
Soy un lector desparejo y disperso, me engancho con una novela y de pronto la dejo, para leer poesía o asuntos de historia y política que son mis intereses de siempre.
Pero desde ¨Triste solitario y final¨con sus novelas anduve on the road hasta terminarlas.
He vuelto una y otra vez a releerlas, deteniéndome en momentos deliciosos que están en mi corazón y que siempre recupero en la relectura. Usted Soriano, me acercó a la compleja realidad del peronismo, agujereado a punta de metralla por sus contradicciones en ¨No habrá más penas ni olvidos¨, así como antes me había devuelto a Stan Laurel perdido con mi infancia.
Saqué mis entradas a la cancha, comprando una tras otra, todas sus novelas y algún libro de prosa periodística.
Con Sylvia, mi mujer, compramos en una liquidación alguno de sus libros repetidos, para acercarlos a los amigos.
Algunos agradecieron los libros y quizás los leyeron.
Algunos narradores, no los que Usted ya sabe como yo que son de los mejores,fruncieron la nariz y dijeron: ¨Es un escritor mediocre, no sé cómo puede gustarte la literatura de Soriano¨.
En realidad, estos ¨borgianos¨, sin Borges, claro, escritores de escritores, que se pavonean en los bares hablando de literatura, me tienen sin cuidado. Con el mayor de los respetos, estos maracanases de la narrativa uruguaya me chupan un huevo.
No voy a citarle esa frase famosa de Arlt sobre la literatura y el oficio de escribir, que repito desde muchacho y que está en Los lanzallamas, ¿para qué? Ya lo dice un refrán catalán : ¨Si los hijos de puta volaran, nunca veríamos el sol¨.
Estoy sólo justificando mi deseo de jorobarle la paciencia, traerlo a este blog de un poeta menor, un resistente que ha encontrado en Usted a un compañero. Y que, por tanto, se toma la libertad de incluir en él este reportaje que le realizara
la poeta y periodista Cristina Castello(amiga de mi hermano poeta Poni Micharvegas).
Disculpe Usted Cristina, disculpe Usted Osvaldo, esto lo publico por amor.





“Mi hijo Manuel es mi último gol”

Hice esta entrevista a Osvaldo Soriano el 19 de noviembre de 1995.
Escritor, periodista, defensor de los derechos humanos, amigo de los amigos.
El mismo día de su publicación, me llamó.
Lloraba, conmovido.
Me dijo que nunca se reconoció tanto en una entrevista, como en la nuestra.
Osvaldo murió el 29 de enero de 1997.
Este es el resultado de nuestro diálogo en su casa de Buenos Aires, Argentina (C. C.).

• Vendió un millón de sus libros en todo el mundo.
• Lo tradujeron a quince idiomas. Pero él prefiere ni hablar del tema.
• Le gusta más sostener que los ideales son la única forma de saber que estamos vivos.


No hay un punto de inflexión en nuestra charla. Ni un antes o un después, ni una brecha. El clima es parejo, en la madrugada de café y exaltación de la palabra.
Y de eso se trata. A Osvaldo Soriano le gusta conversar y hasta hilvana guiones con el contenido de nuestro diálogo. Con un pucho sin prender en la mano, cosa de ex-fumador, tira una ceniza inexistente en un inexistente cenicero y escarba. Y hurga simultáneamente en su interior y en la médula de Argentina, en curiosa simbiosis entre él y "su" país. Como si lupa en mano, anduviera en busca de algo.
- ¿Qué buscás?
- Bueno, aunque quede ridículo que lo diga (con simplicidad), uno siempre anda buscando los orígenes: nuestra identidad.
- ¿Difícil hoy y aquí, no?
- Sí, porque aunque parezca una sátira hoy parece que fuera lo mismo luchar por los ideales (se ilumina) -como (Juan José) Castelli en los días de Mayo- que ir a comer con Mirtha Legrand. Quiero decir que paradójicamente lo "light" caló tan hondo que es un hecho "hard". ¿A quién le importa desentrañar qué significa ser argentino si eso es meterse en un lío de identidades?
- Mejor no develar misterios: caerían muchas máscaras.
¡Por favor! (sonríe, comprensivo con la condición de argentinos)...¡Que nadie se atreva! Mire qué pasa con Gardel, uno de nuestros mayores mitos. El sólo quería tener una casita y jugar a los burros pero en su imagen misma y con la incógnita de su nacionalidad, muestra desconcierto...¡Y eso nos viene bárbaro! Nosotros jamás aceptaríamos que se probara si era uruguayo, francés o ruso, porque perderíamos la incertidumbre y no sabríamos qué hacer sin ella.
- Se seguiría discutiendo sobre Maradona, ¿es un mito viviente?
- No, Maradona es un rey en un país sin corona y así se ubica él: como un rey que nos habla a nosotros, los súbditos. Pero hay que entenderlo porque el tipo debe pensar: "¿qué me van a aplicar la ley justo a mí, si les hice un gol con la mano a los ingleses?” Y tiene razón: si acá los corruptos andan sueltos y ni siquiera nos dan felicidad. Como él.
- No a mí pero es curiosa tu descripción, ¿la vida es un relato?
- (Muy llano) Para mí lo es porque fui formado por mi mamá y para que me durmiera, ella me contaba historias de gente medianamente loca. Del Gordo y el Flaco (Laurel y Hardy), a quienes necesito tener "para mí". Son míos: una metáfora de la ingenuidad y del genio frente a los poderosos.
- Tu mamá te sembró la primera semilla de ficción...
- Sí (parece descubrirlo recién)...y es curioso porque ella es más bien sombría. Quizás por eso el personaje emblemático que tuve (sonríe, tierno) fue mi padre: él siempre miraba al país....no fuera cosa que desapareciera.
- ¿Y desaparece?
- (Sonríe) Bueno, no soy tan fatalista pero diría que Argentina se desarma en el desamparo y la ilegalidad. Y hay una absoluta disgregación de la sociedad porque se rompieron los lazos que nos unían como nación.
- ¿Nación...qué quiere decir hoy y aquí?
- Que cada vez seamos más los que estemos mejor.
- Lo contrario de este capitalismo “a la argentina”: el desamparo del Estado y la pérdida del sentido de vida y los valores.
- Sí, pero tampoco la gente vincula que todo lo que nos pasa es producto de la historia, aunque nadie vela por nuestras vidas.
- Y se impone la idea del “dios” Mercado...
- Sí, todo está a merced del libre mercado y el libre mercado acá consiste en fabricar ravioles "Pirulín" sin decir de qué están hechos, sin registros, ni inspecciones. Y lo peor es que muchos no hablan porque están más preocupados porque no comen, que por la calidad del alimento.
- Muchos se cansan de tener ganas. Hay una ausencia de rebeldía: vivimos la “cultura” de la resignación.
- Si, falta la queja que sería indispensable.
- Quejas hubo sobre todo en las provincias, pero sin un Norte....
- Claro, cada levantamiento no significa un horizonte o una ilusión, sino una expresión de la bronca. Entonces, la policía pega tres bastonazos, y cada uno se va a su casa y no sale más .(descarnado)...¡aunque coma lauchas!
- Antes se esperaba la democracia...¿y ahora?
- Ese es el tema: ¿y ahora qué? Bueno, satirizando un poco(lo tienta su costumbre de construir ficciones) digamos que "ahora" vamos a encontrarnos en un inmenso shopping, en cuyo sótano habrá una villa miseria con el Comandante Marcos (el Jefe del Ejército Zapatista mexicano) , pero...¡negociando!. Y habrá miles de canales de cable, y...y bueno, es la posmodernidad vista desde esta (duda en decir la palabra)... patria.
- ¿Decís "patria" con timidez por tanto mal uso que se hizo de su nombre?
- Sí, porque con ella en la boca se justificó lo horroroso. Pero bueno... no hay que regalar las palabras nobles a los canallas, así que (sencillo, y con ímpetu) siento el derecho de decir: "¡Patria!". Y porque, además tengo en mí aquellos discursos patrióticos que decía mi viejo, como humilde inspector de Obras Sanitarias.
- Ahora es Aguas Argentinas y ya no es estatal...
- Claro (travieso)...y si mi viejo lo supiera se moriría de nuevo (se ríe). Quizás no se opondría a una sociedad de oferta y demanda pero si el Estado regulara los apetitos y pasiones, para que el objetivo de cada cosa no fuera el lucro para los privados.
- ¿Tu papá es para vos un espejo del país que fue este?
- Me parece que por ahí anda la idea, porque además de amarlo lo recuerdo como un constructor de cosas concretas. (Se deleita) El construyó las cloacas de Mar del Plata, por ejemplo; y estaba orgulloso de levantarse a las cuatro de la mañana y en camiseta para controlar el agua y velar por la salud de la población. Vivió de modo muy frugal pero luchó por este país que seguía ganando metros al desierto.
- Hablas de tu padre como si fuera El Gordo (Hardy)...
- (Divertido) Es verdad... era como El Gordo, porque intentaba significar la autoridad: le decía al Flaco cómo hacer las cosas y a él le salían como el diablo. Y así era, mi viejo: "no camines para ese pozo", decía (se alboroza, como si viviera la infancia)...¡y se caía de traste!
- ¿Desde chico te diste cuenta de cuánto lo querías?
- Sí, por suerte (habla despacito para no quitar magia al instante) y fui feliz, con los dos juguetes que tuve: una lanchita a kerosén y un camioncito de madera que me hizo él. Ganaba ciento catorce pesos y yo tenía un solo pulóver, un solo guardapolvo y no me importaba.. Pero...(introspectivo) hubo una cosa que hoy me duele: ¿por qué no me preguntó si yo quería vivir en todos los sitios adonde lo llevaba su trabajo?
- ¿Tus exilios de niño te dieron desamparo y soledad?
- (Con tristeza) Esas son las palabras. Aquellos desarraigos me cortaban los afectos con amiguitos o novias. Pero bueno, él era un luchador y nos llevaba de pueblo en pueblo porque creía que había un mañana mejor para la Argentina.
- Lo ves como la contracara del presente...
- Sí, porque ahora no hay caída, hay decadencia y a él le dolería como a mí. (Con dulzura, de nuevo) Pero a pesar de aquella locura tierna que tenía, no heredé casi ninguna de sus pasiones: él era de River y yo de San Lorenzo; él me quería ingeniero electrónico, y yo soy negado para matemáticas. El era gorila hasta el punto de decir "ese degenerado de Perón" y yo hasta los trece años fui peronista; y después dejé de serlo pero nunca pude ser antiperonista.
- ¿Con qué argumentos él era anti y vos peronista?
- El era un gran demócrata y veía en el peronismo la conculcación de sus derechos. Y yo de chico no comprendí el componente fascistoide de Perón y veía que él plasmaba mis derechos y ansias de justicia social.
- ¿Por eso lloraste 36 horas cuando murió Evita, sin que ella te viera campeón de fútbol?
- Sí...a mí la muerte de Evita me sonaba (todavía deslumbrado) como un cuento de hadas. Y lloré ¡tanto!. En mi cuarto...mientras en el otro mi viejo la insultaba de la forma más agraviante. Curiosamente, es la misma situación que vi en la calle una vez que voltearon un busto de ella: "se llevan a la prostituta", decía la mitad del pueblo; "se llevan a la santita", decía la otra mitad. (Parece incrédulo de la capacidad para el mal, de los humanos)¿Cómo una mujer puede haber generado tanto odio?
- Suele ocurrir con personalidades intensas, y capaces de cambiar estructuras...
- Es verdad, Evita llegó en un momento en que la mujer era sólo para la cama y para la cocina. Y con su pelo teñido y su fuerza, despertó las emociones...¡y pateó todos los tableros!
- ¿Entonces ella sola era como el dúo del Gordo y el Flaco?
- (Sonríe, algo se le revela) Sí, sí...¡Evita era el Gordo y el Flaco!. Evita era la concepción universal de la inocencia, frente al Poder.
- Y la pasión. Ahora la única que une a los argentinos es la del fútbol
- Sí, y reemplazó a la pasión política.
- ¿Cuál es el corazón de ese fervor futbolero que tanto convoca?
- Creo que el fútbol tiene la significación de una guerra sin muertos, pero con conflicto. Con drama, reflexión e ironía. Y amalgama a la familia, cosa que no consigue la política.
- No se cree en nadie y se vota en contra y diferente. También está en crisis la teoría de la argumentación.
- Y hay diferencias (lo dice, como si escribiera un guión), porque la mujer le dice al marido: "Viejo, ¿por quién vas a votar?"; "Y...por Carlitos (Menem)", dice él. "Pero si Carlitos te jodió", le acota ella. Pero él contesta: "y bueno pero Carlitos va a volver a ser peronista". Y responde así, porque necesita pensar que Menem se va a reivindicar; lo que quiere decir que espera que ese hombre con pinta de peronista del 45, va a salir a gritar: "¡se acabó compañeros, (Soriano golpea, sobre el escritorio) se acabó el país de Cavallo, ahora vamos a hacer la revolución productiva y....viva Perón carajo!”
- ¿Por qué gana el menemismo desde el ’89?
- La anterior es una de las razones entre varias. Otra es que la alta dirigencia y la clase más disminuida, son dos polos opuestos, que se miran en el mismo espejo y dicen: "en una de esas, mañana nos va mejor". Y otra causa es que desaparecieron los partidos: el radicalismo no existe.
- Sobre todo después del Pacto de Olivos, entre Alfonsín y Menem.
- Sí, pero seamos sinceros: el peronismo tampoco existe y hay "políticos" pero sin partidos, porque fueron desbordados por una condición "new age" del subdesarrollo. Por eso no hay capacidad crítica ni se tiene en cuenta que el voto cobra sentido cuando se cumplen las promesas.
- Y no sólo no se cumplen: se traicionan.
- ...Y por eso se pierde la confianza en el prójimo y - en el hecho de votar.
- Pero es que no hay educación, no hay cultura, no hay memoria, ni lazos de solidaridad: el retroceso de Argentina es feroz.
- ¡Claro! Entonces alguien le dice a algún chico: "¿cómo votaste a (Antonio Domingo) Bussi, si él mató a tu papá?", y el chico contesta: "no me di cuenta, no me enteré".
- No rigen los valores universales: la verdad, el bien, la justicia...
- Sí...en algún lugar están, pero acá nunca se dijo que -para construir una democracia- hacen falta demócratas.
- ¿Entonces?
- Entonces esos personajes de la dictadura, en dos generaciones más estarán muertos; y también lo estaremos los que venimos de la época comunismo-anticomunismo, o River y Boca. Y eso será bueno porque les habrá llegado el turno a los chicos. Que hicieron la escuela en democracia, que saben de los juicios a los militares y de los tabúes pasados, como el del sexo.
- ¿Sufriste aquellos tabúes?
- Sí, los tabúes y la virginidad como valor se llevaban hasta la exageración. Pero éramos felices. Me acuerdo ( tiene alegría) de la primera vez que hice el amor con una novia...en las butacas de un cine, que era de su padre: me sentía como en la película "Cinema Paradiso" y por supuesto que no la había visto.
- Y sin que amar significara el riesgo de SIDA
- ¡Claro!...él temor era el embarazo pero la pastilla solucionó el tema. En cambio ahora conviven la informática y la Edad Media que significa el mundo tenebroso del SIDA.
-¿Cómo compensabas el dolor que desde chico te provocaba la injusticia?
- Yo iba a trabajar cargado de miseria y espanto por las injusticias pero me llevaba en la moto "Los hermanos Karamazov" (de Fedor Dostoievski), y lo leía entre las horas de trabajo. Y después seguí con Faulkner, con Hemingway y con Chandler y llegué a Borges y a tantos otros, a quienes leí con infinita voracidad. En realidad, (muy reflexivo) creo que los libros me hicieron nacer otra vez, porque empecé a leer recién a los veinte años: antes no había librerías en los pueblos donde vivimos.
- ¿Y en busca de identidad acudiste a los padres de la literatura?
- Creo que sí, como un destino que se agudiza ahora. Pero cuando empecé a bucear a fondo en nuestra historia, fue porque lo que me interesaba era humanizar a nuestros padres.
- ¿Te enamoraste de Belgrano porque sentiste que a él "le pasó" la vida?
- Claro (entusiasmado)...le pasó de todo: le dieron palos, se enfermó, perdió batallas, tuvo que mandar a buscar a su amada por todo un territorio -porque se le había casado con otro; y, mientras le pasaba todo eso, lo atacaban los españoles .Entonces, a este patriota que demostró dureza se lo descubre ingenuo, tierno, piadoso, generoso. Y eso me importa.
- ¿Y San Martín?
- (Muy franco) San Martín no me despierta ternura pero se me hace querible por el resultado de lo que hace y por su final fue imprevisible. En cambio, Castelli y Moreno me provocan pasión.
- ¿Dónde están hoy los próceres?
- Hoy no hay próceres: hay "ídolos". Pero es bueno escuchar a qué patriotas nombran los presidentes en sus discursos. O si no los nombran: en ambos casos hay un mensaje bien interesante.
- Contame de los valores fundantes de Mayo de 1810...
- ¡Ah¡ Aquella (con emoción) fue la época de la utopía, palabra que hoy parece antigua. Fue cuando se construyó la Nación: la empresa mayor de la mentalidad humana que pensaba a los demás, incluidos en un gran ideal. A aquellos hombres(muy conmovido) yo... los amo.
- Te sentís humano sólo con ideales: única forma de vivir aunque ahora digan lo contrario...
- Sí (con pasión) no puedo vivir si no armo epopeyas o las invento en mis novelas. Y creo (humilde, y convencido) que los ideales, son la única prueba de que estamos vivos.
- Parecés El Flaco...
- (Ríe, potente) No, no (con amor hacia el personaje)... El Flaco es el que mete el dedo en el ventilador, llora porque se lastimó y vuelve a meterlo. Es un paradigma de lo ingenuo y de lo bueno. Como las Madres de Plaza de Mayo: ellas son un símbolo universal. Y siguen en lo suyo. Pero si no, nadie convoca salvo los pastores que dicen que Cristo va a bajar. Pero eso es ficción. Lo que no es ficción es que Jesús existió, que sostuvo una causa noble, que dijo basta a los ladrones, que estuvo con los pobres y que terminó mal. Entonces hablamos siempre de lo mismo: pasamos de Gardel a Belgrano y a Jesucristo...¡y ya está¡
-¿"Está" o un día habrá lugar para la esperanza?
- Sí, habrá porque la esperanza consiste en sentir la democracia como un lugar de espera para convivir todos y crear reglas de juegos que nos den un mundo mejor.
- Un mundo que las personas, los ciudadanos debemos construir. Con bondad, con sentido fraterno de la vida y con una exigencia sin concesión alguna al Poder para que trabaje por una vida humana para todos. ¿Tenés certeza de que eso ocurrirá?
- (Sonríe, sencillo) Mirá, vos misma dijiste que yo ando rastreando a los padres, así que...déjeme en eso....¡no me pida certezas futuras!
- ¿Acaso los paisajes desérticos -con su potencia y su inmensidad- que están en tus libros no son una certeza?
- (Muy reflexivo) No lo había pensado así, pero... es verdad. En esos caminos, uno ve todo en primer plano: los coches, el horizonte y el Universo mismo. Y ahí es difícil esconderse y entonces se hace más fácil la confesión con uno mismo o el encuentro con el despuntar de alguna certeza.
- ¿Tu certeza hoy se llama Manuel?
- Mi hijo Manuel es una esperanza. Pero también es mi último gol.


© Copyright Cristina Castello
Buenos Aires – Argentina
Publicado en “Viva”, revista dominical del Diario “Clarín” el 19 de noviembre de 1995

SORIANO, NO SE VAYA.


Utopía, una cultura en deuda

“Rebeldes, soñadores y fugitivos”
Osvaldo Soriano
Artículo de 1987, pleno de vigencia

En estos tres años de democracia, o de transición a la democracia, como ha preferido llamarlos Juan Carlos Martini, hemos ganado un enorme espacio de libertad. Me pregunto qué hacemos con esta libertad y si no la estamos desperdiciando, o matando, simplemente por no utilizarla para debatir los grandes temas que la sociedad argentina aún no ha resuelto.

Me refiero a la lucha que deberíamos librar contra el oscurantismo que todavía nos amenaza: somos cautelosos ante la deuda externa, ante la reacción de la Iglesia, el Ejército y los burócratas sindicales.

Eludimos la obligación de discutir y elaborar el pasado, como si aceptáramos clausurar el debate con la tesis simplista de que la lucha armada fue producto de la locura de unos pocos y que ella es culpable de todo lo que nos ha ocurrido.
Los que piensan así se contentan con la condena a unos pocos militares asesinos que fueron el brazo armado de una clase social aterrorizada ante la posibilidad de cambios que ponían en peligro su propia existencia.

Ahora el gobierno anuncia la era de la modernidad tecnológica sin tener en cuenta el contexto de dependencia, atraso, pobreza, analfabetismo y desocupación.

En verdad, pocos quieren asumir la crisis en toda su dimensión, económica y moral.

Las frases vacías y el cinismo intentan disimular la falta de un proyecto de sociedad que termine con el éxodo de los jóvenes, que nos saque de la dependencia y la humillación para hacernos libres en un mundo que entra de lleno en la revolución informática.

Resulta fácil, en este cuadro de situación, el entierro de las utopías y la aceptación del pragmatismo salvaje.

Las clases dominantes odian los sueños porque son incapaces de producir una poética del futuro.

Prefieren el pragmatismo, porque en el terreno de la eficiencia la derecha ha ganado siempre y lo demostró otra vez en el “Proceso de Reorganización Nacional” que liquidó una cultura que, al menos, creía en una sociedad mejor, más justa y solidaria.

No se trata de defender el estado de cosas que vivimos hasta el comienzo de la dictadura. La metodología de la violencia sin respaldo popular es indefendible.

Creo que hoy debemos llamar la atención sobre la desesperanza, la indiferencia y el individualismo, creo que son la exacta contracara de una sociedad realmente democrática y solidaria.

De pronto, muchos intelectuales han decidido eliminar de su discurso temas que son atribuidos a un pasado según ellos digno de ser enterrado: la miseria, la explotación y la marginación parecieran haber desaparecido de la Argentina simplemente porque no se los nombra, o porque son inaceptables para cualquier conciencia que se suponga honesta.

El imperialismo cambia y se adapta a los nuevos tiempos, mientras los intelectuales y los partidos que se dicen populares se quedan sin argumentos, o aceptan los del enemigo.

La deuda externa, que es la nueva forma que adquiere la dominación, nos atará los pies, las manos y las ideas durante generaciones (hasta el año 2010 dicen los más optimistas) y esto no parece quitarle el sueño a mucha gente ni despertar la imaginación de quienes tenemos el deber de elaborar soluciones no convencionales.

Pareciera que lo más cómodo es plegarse a las voces dominantes, aceptar la cautela paralizadora y el cuento del sentido común.

Sí, además, uno de cada dos jóvenes se quiere ir del país, ¿quién va a aportar, entonces, la cuota de locura que necesita toda gran empresa de cambio y de liberación?

La nuestra es una cultura en deuda dentro de una política de deuda.

Son mayoría los intelectuales del Post-Proceso que se han vuelto cada vez más insulares y específicos. Fragmentarios, oscuros, eliitistas.

No les preocupan realmente las víctimas de un sistema inhumano: para ellos no existen condiciones feudales de explotación, no les interesan las luchas de Chile, de Sudáfrica, de Afganistán, ni la agresión a Nicaragua. Casi hasta les alegra que sea Reagan y no los pueblos quienes derroquen a dictadores anacrónicos como Marcos y Duvalier.

Nuestra cultura de solidaridad ha sido aniquilada y estamos aquí para cambiar ideas sobre su reconstrucción.

Tenemos que advertir entonces, que por primera vez en mucho tiempo, la derecha elegante ha copado el universo de las ideas que hasta hace una década eran monopolio de las izquierdas más lúcidas.

Existe hoy una línea refinadamente reaccionaria que se viste de democrática y anticolonialista, porque ha tenido que volverse más presentable ante la opinión pública

En el diario Clarín, el ideólogo derechista francés Alain de Benoist lo explicó a grandes rasgos: los desencantados de la izquierda aceptan hoy las viejas ideas de la derecha tiñéndolas con las banderas más elementales del antiguo socialismo. Esa derecha está financiada por las grandes corporaciones multinacionales.

Se monta en los sueños frustrados de la izquierda y utiliza argumentos de pensadores marxistas como Antonio Gramsci. En los países dominantes aportó el sustento ideológico para las victorias de Reagan, de Margaret Thatcher, de Kohl, de Chirac o para copar a casi todos los gobiernos social-demócratas.

Nunca, desde entonces, los trabajadores han perdido tanto terreno en el plano de las conquistas sociales que costaron siglos de luchas sangrientas.

Sin embargo, leyendo a Alain de Benoist, pope de la nueva derecha, a uno le parece estar frente a alguno de nuestros pensadores de la izquierda descorazonada, del democratismo reflexivo.
No sé hasta qué punto el combate por una verdadera democracia involucra a la literatura.
Estoy seguro de que los escritores tenemos mucho que hacer. Pero no lo haremos todos juntos porque no estamos todos del mismo lado.

Tenemos que recuperar las banderas de la fraternidad, de la denuncia, del progreso.

No conseguimos poner de acuerdo los apetitos personales con los objetivos de la clase trabajadora derrotada en estos años trágicos.

Y ante lo complejo de la tarea, hay quienes piensan, aunque no lo confiesen, que la mejor salvación es la salvación personal.

La verdadera salvación está en la audacia intelectual, en la locura creadora.

En la utopía, que mantiene viva la esperanza de que un día seamos mejores.