El inolvidable hermano, Horacio Buscaglia, decía ¨qué sponsor la muerte¨, porque una vez que te vas todo el mundo se acuerda que exististe, que hiciste cosas, que muchas ellas eran copadas, y que resulta una pena que te hayas ido de gira sin retorno.
Así ha sido con muchos de los nuestros, el Darno, Mateo, el Príncipe Gustavo Pena, Marquitos Gabay Vigil, el Choncho Lazaroff y tantos broderitos.
Conocí a Gonzalo Farrugia sobre fines de 1971, pero nos hicimos realmente amigos al año siguiente cuando su banda se consolidó y editó su primer album, cuyo impacto sacó al rockanrroll de una cierta marginalidad,ya que el disco fue editado por un sello discográfico importante, en esa época, y tuvo una amplísima difusión en todos los medios.
Su representante, el poco recordado Alfonso López Domínguez, que antes había representado a Totem, logró que la banda tocara en los más diversos ámbitos y con total aceptación de los públicos más distintos. No recuerdo ahora lo que los economistas llaman ¨los números duros¨, pero Psiglo tuvo una gran repercusión, tanto en términos de ventas discográficas como de actuaciones en shows bailables.
Estuve muy cerca de la banda, los acompañé inclusive en algunas actuaciones en el interior, recuerdo San José y Maldonado, invitado muy gentilmente por los músicos y su representante.
Los meses últimos del 72, con la instalación del Estado de Guerra interno y la suspensión de las garantías individuales, me llevaron a redoblar la militancia en la FEUU y en la fuerza política a la que yo pertenecía entonces. Ciertamente, continué en aquel tiempo con la actividad periodística y radial, pero mi vida estaba centrada en la facultad, el IPA y la militancia en el movimiento estudiantil. Esto me alejó de la banda y de Gonzalo, que por entonces tenían una casa en el Prado, en la que vivían y ensayaban.
No obstante, tuve una relación muy fuerte con Gonzalo Farrugia, a pesar de mi amistad con José Luis Pérez, un erudito de la batería, ya que ambos se detestaban abiertamente.
Por lo general,yo trataba de evitar toda referencia a las andanzas de Pérez, quien en esa época avanzaba con Pocho Macadar, Pito Varela y Raúl Lema en el camino trazado por el Expresion Jazz Quartet, una de las mayores agrupaciones del jazz uruguayo que vi en mi vida.
Gonzalo fue siempre una persona afable y cálida, sensible a las penurias de un muchacho como yo, proveniente de un hogar humildísimo y lleno de carencias, sacudido por las contingencias de aquellas horas trágicas que vivía el Uruguay.
Él, como un amigable anfitrión, proponía cervezas y cafés en un bar que, por entonces, llamábamos ¨el boliche de los músicos¨.
Después vino la disparada general, Gonzalo a Buenos Aires, César, Jorge y Rubén a España, Luisito Cesio a otra vida, distinta hasta la que había llevado entonces.
Después, pasó la pesadilla, mientras nos asaltaba la edad madura y Gonzalo volvió de
Tijuana, regreso que marcó unos pocos encuentros.
Me imagino que ya no éramos los mismos.
Algún cruce en un toque, en la calle, en un boliche, en la presentación del libro de Fernando Peláez, esa obra monumental, en la que Gonzalo estuvo entre otros músicos.
Recuerdo que cuando Psiglo hizo su presentación en la estación de AFE, estaba aún vivo el Flaco López Domínguez, les eché una mano en la difusión del evento, que resultaría único.
Por muchas cosas, que no debo publicar aquí, no me siento con deuda alguna con el flaco Farrugia, hace mucho que estábamos a mano.
Obviamente, no necesito repetir una vez más la frase de Aníbal Troilo, pero algo de mí se ha ido con él, y esto es precisamente lo que me tiñe de blues esta hora y algunas más de las que me quedan por vivir todavía.
Es así de sencillo, y sin dramatismo, con Gonzalo Farrugia se ha muerto algo de mí, de Hamlet, de Esteban, de Bertolone, de Barral, de Graf, de Esteban y de muchos hermanos de generación y de música.
Es penoso, sobre todo porque Gonzalo decidió él mismo, agobiado por infiernos y diablos que los demás no vimos, agarrarse de los dedos fríos de la Señora Otra, de morirse tan malamente.
No vean en esto, ni por asomo, una crítica liviana o un reproche, aunque ya lo dijo el poeta mucho mejor que yo, ¨que es duro morir en esta vida, pero que vivir es mucho más difícil¨.
Es sólo que hoy, no tengo ganas de compartir homenajes, ni cadenas de buenos deseos, ni discursos floridos, ni nada( sin cuestionar para nada, las intenciones de quienes están en eso).
El final de Gonzalo es lapidario y triste, dejémoslo que descanse en la paz que no tuvo en todos estos últimos años. O, como dice Elbio Rodríguez Barilari, ¨que vuele a su galaxia¨.
Los que lo quisieron, seguirán dando el testimonio verdadero de quién fue, apartándolo de los dientes del olvido, que es la verdadera muerte.
Lo siento, broders, estoy en un día de blues.
vino la ida y vuelta aTijuana.