sábado, 24 de noviembre de 2007

Botella al mar, para encontrar a Fernando Delgadillo.




Fernando Delgadillo es un cantor mexicano, un songwriter como dicen los gringos.
Por las razones conocidas, esa balcanización de nuestras culturas, es más fácil entablar contacto con Billy Bragg o Patti Smith que con Fernando.
Lo estamos tocando en la radio, de lunes a viernes de 9 a 11 horas am, por ahí se cuela el Delgadillo.
El otra día hablé con la Agregada de Cultura de la Embajada de México en el Uruguay y no tenía ni la más remota idea de quien era Fernando Delgadillo. Suena parecido a los Agregados Culturales que tuvimos nosotros, los uruguayos, que tampoco tenían idea de nada. Si algún visitante mexicano tira un puente que nos pase una casilla de correo, una paloma mensajera u otra botella con respuesta.

EL TÍO BRECHT LA TENÍA CLARA


El tío Brecht, Eugen Berthold Friedrich Brecht, nació en el seno de una familia burguesa de Augsburgo, ciudad de Baviera, en 1898.
A mí me enseñó algunas cosas, que los ricos consideran de mal gusto hablar de comida porque ellos ya comieron, que siempre habrá canción en los tiempos más oscuros y que uno no debe dejar que el cigarro se le apague en la tristeza.
Acá les dejo un escrito de Brecht, nacido en medio de la irresistible ascensión del nazismo.

"Las cinco dificultades para decir la verdad". Bertolt Brecht.

El que quiera luchar hoy contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad tendrá que vencer por lo menos cinco dificultades. Tendrá que tener el valor de escribir la verdad aunque se la desfigure por doquier; la inteligencia necesaria para descubrirla; el arte de hacerla manejable como un arma; el discernimiento indispensable para difundirla.
Tales dificultades son enormes para los que escriben bajo el fascismo, pero también para los exiliados y los expulsados, y para los que viven en las democracias burguesas.

I. El valor de escribir la verdad
Para mucha gente es evidente que el escritor debe escribir la verdad; es decir, no debe rechazarla ni ocultarla, ni deformarla. No debe doblegarse ante los poderosos; no debe engañar a los débiles.
Pero es difícil resistir a los poderosos y muy provechoso engañar a los débiles.
Incurrir en la desgracia ante los poderosos equivale a la renuncia, y renunciar al trabajo es renunciar al salario.
Renunciar a la gloria de los poderosos significa frecuentemente renunciar a la gloria en general. Para todo ello se necesita mucho valor.
Cuando impera la represión más feroz gusta hablar de cosas grandes y nobles.
Es entonces cuando se necesita valor para hablar de las cosas pequeñas y vulgares, como la alimentación y la vivienda de los obreros. Por doquier aparece la consigna: «No hay pasión más noble que el amor al sacrificio».
En lugar de entonar ditirambos sobre el campesino hay que hablar de máquinas y de abonos que facilitarían el trabajo que se ensalza.
Cuando se clama por todas las antenas que el hombre inculto e ignorante es mejor que el hombre cultivado e instruido, hay que tener valor para plantearse el interrogante: ¿Mejor para quién?
Cuando se habla de razas perfectas y razas imperfectas, el valor está en decir: ¿Es que el hambre, la ignorancia y la guerra no crean taras?
También se necesita valor para decir la verdad sobre sí mismo cuando se es un vencido.
Muchos perseguidos pierden la facultad de reconocer sus errores, la persecución les parece la injusticia suprema; los verdugos persiguen, luego son malos; las víctimas se consideran perseguidas por su bondad.
En realidad esa bondad ha sido vencida. Por consiguiente, era una bondad débil e impropia, una bondad incierta, pues no es justo pensar que la bondad implica la debilidad, como la lluvia la humedad. Decir que los buenos fueron vencidos no porque eran buenos sino porque eran débiles requiere cierto valor.
Escribir la verdad es luchar contra la mentira, pero la verdad no debe ser algo general, elevado y ambiguo, pues son estas las brechas por donde se desliza la mentira.
El mentiroso se reconoce por su afición a las generalidades, como el hombre verídico por su vocación a las cosas prácticas, reales, tangibles. No se necesita un gran valor para deplorar en general la maldad del mundo y el triunfo de la brutalidad, ni para anunciar con estruendo el triunfo del espíritu en países donde éste es todavía concebible.
Muchos se creen apuntados por cañones cuando solamente gemelos de teatro se orientan hacia ellos.
Formulan reclamaciones generales en un mundo de amigos inofensivos y reclaman una justicia general por la que no han combatido nunca. También reclaman una libertad general: la de seguir percibiendo su parte habitual del botín. En síntesis sólo admiten una verdad: la que les suena bien.
Pero si la verdad se presenta bajo una forma seca, en cifras y en hechos, y exige ser confirmada, ya no sabrán qué hacer. Tal verdad no les exalta. Del hombre veraz sólo tienen la apariencia. Su gran desgracia es que no conocen la verdad.

II. La inteligencia necesaria para descubrir la verdad
Tampoco es fácil descubrir la verdad. Por lo menos la que es fecunda.
Así, según opinión general, los grandes Estados caen uno tras otro en la barbarie extrema.
Y una guerra intestina que se desarrolla implacablemente puede degenerar en cualquier momento en un conflicto generalizado que convertiría nuestro continente en un montón de ruinas. Evidentemente, se trata de verdades.
No se puede negar que llueve hacia abajo: numerosos poetas escriben verdades de este género.
Son como el pintor que cubría de frescos las paredes de un barco que se estaba hundiendo.
El haber resuelto nuestra primera dificultad les procura una cierta dificultad de conciencia.
Es cierto que no se dejan engañar por los poderosos, pero ¿escuchan los gritos de los torturados?
No; pintan imágenes.
Esta actitud absurda les sume en un profundo desconcierto, del que no dejan de sacar provecho; en su lugar otros buscarían las causas.
No creáis que sea cosa fácil distinguir sus verdades de las vulgaridades referentes a la lluvia; al principio parecen importantes, pues la operación artística consiste precisamente en dar importancia a algo.
Pero mirad la cosa de cerca: os daréis cuenta que no dejan de decir: no se puede impedir que llueva hacia abajo.
También están los que por falta de conocimientos no llegan a la verdad. Y, sin embargo, distinguen las tareas urgentes y no temen a los poderosos ni a la miseria. Pero viven de antiguas supersticiones, de axiomas célebres a veces muy bellos. Para ellos el mundo es demasiado complicado: se contentan con conocer los hechos e ignorar las relaciones que existen entre ellos.
Me permito decir a todos los escritores de esta época confusa y rica en transformaciones que hay que conocer el materialismo dialéctico, la economía y la historia.
Tales conocimientos se adquieren en los libros y en la práctica si no falta la necesaria aplicación.
Es muy sencillo descubrir fragmentos de verdad, e incluso verdades enteras.
El que busca necesita un método, pero se puede encontrar sin método, e incluso sin objeto que buscar.
Sin embargo, ciertos procedimientos pueden dificultar la explicación de la verdad: los que la lean serán incapaces de transformar esa verdad en acción. Los escritores que se contentan con acumular pequeños hechos no sirven para hacer manejables las cosas de este mundo. Pues bien, la verdad no tiene otra ambición. Por consiguiente esos escritores no están a la altura de su misión.

III. El arte de hacer la verdad manejable como arma
La verdad debe decirse pensando en sus consecuencias sobre la conducta de los que la reciben.
Hay verdades sin consecuencias prácticas.
Por ejemplo, esa opinión tan extendida sobre la barbarie: el fascismo sería debido a una oleada de barbarie que se ha abatido sobre varios países, como una plaga natural.
Así, al lado y por encima del capitalismo y del socialismo habría nacido una tercera fuerza: el fascismo.
Para mi, el fascismo es una fase histérica del capitalismo, y, por consiguiente, algo muy nuevo y muy viejo. En un país fascista el capitalismo existe solamente como fascismo. Combatirlo es combatir el capitalismo, y bajo su forma más cruda, más insolente, más opresiva, más engañosa.
Entonces, ¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina? Una verdad de este género no reporta ninguna utilidad práctica.
Estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo.
Los demócratas burgueses condenan con énfasis los métodos bárbaros de sus vecinos, y sus acusaciones impresionan tanto a sus auditorios que éstos olvidan que tales métodos se practican también en sus propios países.
Ciertos países logran todavía conservar sus formas de propiedad gracias a medios menos violentos que otros.
Sin embargo, los monopolios capitalistas originan por doquier condiciones bárbaras en las fábricas, en las minas y en los campos. Pero mientras que las democracias burguesas garantizan a los capitalistas, sin recurso a la violencia, la posesión de los medios de producción, la barbarie se reconoce en que los monopolios sólo pueden ser defendidos por la violencia declarada.
Ciertos países no tienen necesidad, para mantener sus monopolios bárbaros, de destruir la legalidad instituida, ni su confort cultural (filosofía, arte, literatura); de ahí que acepten perfectamente oir a los exiliados alemanes estigmatizar su propio régimen por haber destruido esas comodidades. A sus ojos es un argumento suplementario en favor de la guerra.
¿Puede decirse que respetan la verdad los que gritan: «Guerra sin cuartel a Alemania, que es hoy la verdadera patria del «mal», la oficina del infierno, el trono del anticristo»? No. Los que así gritan son tontos, impotentes gentes peligrosas. Sus discursos tienden a la destrucción de un país, de un país entero con todos sus habitantes, pues los gases asfixiantes no perdonan a los inocentes.
Los que ignoran la verdad se expresan de un modo superficial, general e impreciso.
Peroran sobre el «alemán», estigmatizan el «mal», y sus auditorios se interrogan: ¿Debemos dejar de ser alemanes?
¿Bastará con que seamos buenos para que el infierno desaparezca?
Cuando manejan sus tópicos sobre la barbarie salida de la barbarie resultan impotentes para suscitar la acción.
En realidad no se dirigen a nadie. Para terminar con la barbarie se contentan con predicar la mejora de las costumbres mediante el desarrollo de la cultura. Eso equivale a limitarse a aislar algunos eslabones en la cadena de las causas y a considerar como potencias irremediables ciertas fuerzas determinantes, mientras que se dejan en la oscuridad las fuerzas que preparan las catástrofes. Un poco de luz y los verdaderos responsables de las catástrofes aparecen claramente: los hombres. Vivimos una época en que el destino del hombre es el hombre.
El fascismo no es una plaga que tendría su origen en la «naturaleza» del hombre.
Por lo demás, es un modo de presentar las catástrofes naturales que restituyen al hombre su dignidad porque se dirigen a su fuerza combativa.
El que quiera describir el fascismo y la guerra grandes desgracias, pero no calamidades «naturales» debe hablar un lenguaje práctico: mostrar que esas desgracias son un efecto de la lucha de clases; poseedores de medios de producción contra masas obreras. Para presentar verídicamente un estado de cosas nefasto, mostrad que tiene causas remediables. Cuando se sabe que la desgracia tiene un remedio, es posible combatirla.

IV. Cómo saber a quién confiar la verdad
Un hábito secular, propio del comercio de la cosa escrita, hace que el escritor no se ocupe de la difusión de sus obras.
Se figura que su editor, u otro intermediario, las distribuye a todo el mundo. Y se dice: yo hablo, y los que quieren entenderme, me entienden. En la realidad, el escritor habla, y los que pueden pagar, le entienden.
Sus palabras jamás llegan a todos, y los que las escuchan no quieren entenderlo todo.
Sobre esto se ha dicho ya muchas cosas, pero no las suficientes. Transformar la «acción de escribir a alguien» en «acto de escribir» es algo que me parece grave y nocivo. La verdad no puede ser simplemente escrita; hay que escribirla a alguien. A alguien que sepa utilizarla. Los escritores y los lectores descubren la verdad juntos.
Para ser revelado, el bien sólo necesita ser bien escuchado, pero la verdad debe ser dicha con astucia y comprendida del mismo modo. Para nosotros, escritores, es importante saber a quién la decimos y quién nos la dice; a los que viven en condiciones intolerables debemos decirles la verdad sobre esas condiciones, y esa verdad debe venirnos de ellos. No nos dirijamos solamente a las gentes de un solo sector: hay otros que evolucionan y se hacen susceptibles de entendernos. Hasta los verdugos son accesibles, con tal que comiencen a temer por sus vidas.
Los campesinos de Baviera, que se oponían a todo cambio de régimen, se hicieron permeables a las ideas revolucionarias cuando vieron que sus hijos, al volver de una larga guerra, quedaban reducidos al paro forzoso.
La verdad tiene un tono. Nuestro deber es encontrarlo. Ordinariamente se adopta un tono suave y dolorido: «yo soy incapaz de hacer daño a una mosca». Esto tiene la virtud de hundir en la miseria a quien lo escucha. No trataremos como enemigos a quienes emplean este tono, pero no podrán ser nuestros compañeros de lucha. La verdad es de naturaleza guerrera, y no sólo es enemiga de la mentira, sino de los embusteros.
V. Proceder con astucia para difundir la verdad
Orgullosos de su valor para escribir la verdad, contentos de haberla descubierto, cansados sin duda de los esfuerzos que supone el hacerla operante, algunos esperan impacientes que sus lectores la disciernan. De ahí que les parezca vano proceder con astucia para difundir la verdad.
Confucio alteró el texto de un viejo almanaque popular cambiando algunas palabras: en lugar de escribir «el maestro Kun hizo matar al filósofo Wan», escribió: «el maestro Kun hizo asesinar al filósofo Wan». En el pasaje donde se hablaba de la muerte del tirano Sundso, «muerto en un atentado», reemplazó la palabra «muerto» por «ejecutado», abriendo la vía a una nueva concepción de la historia.
El que en la actualidad reemplaza «pueblo» por «población», y «tierra» por «propiedad rural», se niega ya a acreditar algunas mentiras, privando a algunas palabras de su magia. La palabra «pueblo» implica una unidad fundada en intereses comunes; sólo habría que emplearla en plural, puesto que únicamente existen «intereses comunes» entre varios pueblos. La «población» de una misma región tiene intereses diversos e incluso antagónicos.
Esta verdad no debe ser olvidada.
Del mismo modo, el que dice «la tierra», personificando sus encantos, extasiándose ante su perfume y su colorido, favorece las mentiras de la clase dominante. Al fin y al cabo, ¡qué importa la fecundidad de la tierra, el amor del hombre por ella y su infatigable ardor al trabajarla!: lo que importa es el precio del trigo y el precio del trabajo.
El que saca provecho de la tierra no es nunca el que recoge el trigo, y «el gesto augusto del sembrador» no se cotiza en Bolsa. El término justo es «propiedad rural».
Cuando reina la opresión, no hablemos de «disciplina», sino de «sumisión» pues la disciplina excluye la existencia de una clase dominante. Del mismo modo, el vocablo «dignidad» vale más que la palabra «honor», pues tiene más en cuenta al hombre. Todos sabemos qué clase de gente se precipita para tener la ventaja de defender el «honor» de un pueblo, y con qué liberalidad los ricos distribuyen el «honor» a los que trabajan para enriquecerlos.
La astucia de Confucio es utilizable también en nuestros días. También la de Tomás Moro.
Este último describió un país utópico idéntico a la Inglaterra de aquella época, pero en el que las injusticias se presentaban como costumbres admitidas por todo el mundo.
Cuando Lenin, perseguido por la policía del Zar, quiso dar una idea de la explotación de Sajalín por la burguesía rusa, sustituyó Rusia por el Japón y Sajalín por Corea. La identidad de las dos burguesías era evidente, pero como Rusia estaba en guerra con el Japón la censura dejó pasar el trabajo de Lenin.
Hay una infinidad de astucias posibles para engañar a un Estado receloso. Voltaire luchó contra las supersticiones religiosas de su tiempo escribiendo la historia galante de «La Doncella de Orleans»: describiendo en un bello estilo aventuras galantes sacadas de la vida de los grandes. Voltaire llevó a éstos a abandonar la religión (que hasta entonces tenían por caución de su vida disoluta). De repente se hicieron los propagadores celosos de las obras de Voltaire y ridiculizaron a la policía que defendía sus privilegios. La actitud de los grandes permitió la difusión ilícita de las ideas del escritor entre el público burgués, hacia el que precisamente apuntaba Voltaire.
Decía Lucrecio que contaba con la belleza de sus versos para la propagación de su ateísmo epicúreo.
Las virtudes literarias de una obra pueden favorecer su difusión clandestina. Pero hay que reconocer que a veces suscitan múltiples sospechas. De ahí la necesidad de descuidarlas deliberadamente en ciertas ocasiones. Tal sería el caso, por ejemplo, si se introdujera en una novela policíaca género literario desacreditado la descripción de condiciones sociales intolerables. A mi modo de ver, esto justificaría completamente la novela policíaca.
En la obra de Shakespeare se puede encontrar un modelo de verdad propagada por la astucia: el discurso de Antonio ante el cadáver de César. Afirmando constantemente la respetabilidad de Bruto, cuenta su crimen, y la pintura que hace de él es mucho más aleccionadora que la del criminal. Dejándose dominar por los hechos, Antonio saca de ellos su fuerza de convicción mucho más que de su propio juicio.
Jonathan Swift propuso en un panfleto que los niños de los pobres fueran puestos a la venta en las carnicerías para que reinara la abundancia en el país. Después de efectuar cálculos minuciosos, el célebre escritor probó que se podrían realizar economías importantes llevando la lógica hasta el fin. Swift jugaba al monstruo. Defendía con pasión absolutista algo que odiaba. Era una manera de denunciar la ignominia. Cualquiera podía encontrar una solución más sensata que la suya, o al menos más humana; sobre todo, aquellos que no habían comprendido a dónde conducía este tipo de razonamiento.
Militar a favor del pensamiento, sea cual fuere la forma que éste adopte, sirve la causa de los oprimidos.
En efecto, los gobernantes al servicio de los explotadores consideran el pensamiento como algo despreciable.
Para ellos lo que es útil para los pobres es pobre.
La obsesión que estos últimos tienen por comer, por satisfacer su hambre, es baja.
Es bajo menospreciar los honores militares cuando se goza de este favor inestimable: batirse por un país cuando se muere de hambre. Es bajo dudar de un jefe que os conduce a la desgracia. El horror al trabajo que no alimenta al que lo efectúa es asimismo una cosa baja, y baja también la protesta contra la locura que se impone y la indiferencia por una familia que no aporta nada. Se suele tratar a los hambrientos como gentes voraces y sin ideal, de cobardes a los que no tienen confianza en sus opresores, de derrotistas a los que no creen en la fuerza, de vagos a los que pretenden ser pagados por trabajar, etc.
Bajo semejante régimen, pensar es una actividad sospechosa y desacreditada. ¿Dónde ir para aprender a pensar? A todos los lugares donde impera la represión.
Sin embargo, el pensamiento triunfa todavía en ciertos dominios en que resulta indispensable para la dictadura.
En el arte de la guerra, por ejemplo, y en la utilización de las técnicas. Resulta indispensable pensar para remediar, mediante la invención de tejidos «ersatz», la penuria de lana. Para explicar la mala calidad de los productos alimenticios o la militarización de la juventud no es posible renunciar al pensamiento. Pero recurriendo a la astucia se puede evitar el elogio de la guerra, al que nos incitan los nuevos maestros del pensamiento. Así, la cuestión ¿cómo orientar la guerra? lleva a la pregunta: ¿vale la pena hacer la guerra? Lo que equivale a preguntar: ¿cómo evitar la guerra inútil? Evidentemente, no es fácil plantear esta cuestión en público hoy. Pero ¿quiere decir esto que haya que renunciar a dar eficacia a la verdad? Evidentemente no.
Si en nuestra época es posible que un sistema de opresión permita a una minoría explotar a la mayoría, la razón reside en una cierta complicidad de la población, complicidad que se extiende a todos los dominios. Una complicidad análoga, pero orientada en sentido contrario, puede arruinar el sistema. Por ejemplo, los descubrimientos biológicos de Darwin eran susceptibles de poner en peligro todo el sistema, pero solamente la Iglesia se inquietó. La policía no veía en ello nada nocivo. Los últimos descubrimientos físicos implican consecuencias de orden filosófico que podrían poner en tela de juicio los dogmas irracionales que utiliza la opresión. Las investigaciones de Hegel en el dominio de la lógica facilitaron a los clásicos de la revolución proletaria, Marx y Lenin, métodos de un valor inestimable. Las ciencias son solidarias entre sí, pero su desarrollo es desigual según los dominios; el Estado es incapaz de controlarlos todos. Así, los pioneros de la verdad pueden encontrar terrenos de investigación relativamente poco vigilados. Lo importante es enseñar el buen método, que exige que se interrogue a toda cosa a propósito de sus caracteres transitorios y variables.
Los dirigentes odian las transformaciones: desearían que todo permaneciese inmóvil, a ser posible durante un milenio: que la Luna se detuviese y el Sol interrumpiese su carrera. Entonces nadie tendría hambre ni reclamaría alimentos.
Nadie respondería cuando ellos abriesen fuego; su salva sería necesariamente la última.
Subrayar el carácter transitorio de las cosas equivale a ayudar a los oprimidos.
No olvidemos jamás recordar al vencedor que toda situación contiene una contradicción susceptible de tomar vastas proporciones. Semejante método -la dialéctica, ciencia del movimiento de las cosas- puede ser aplicado al examen de materias como la biología y la química, que escapan al control de los poderosos, pero nada impide que se aplique al estudio de la familia; no se corre el riesgo de suscitar la atención.
Cada cosa depende de una infinidad de otras que cambian sin cesar; esta verdad es peligrosa para las dictaduras.
Pues bien, hay mil maneras de utilizarla en las mismas narices de la policía. Los gobernantes que conducen a los hombres a la miseria quieren evitar a todo precio que, en la miseria, se piense en el Gobierno.
De ahí que hablen de destino. Es al destino, y no al Gobierno, al que atribuyen la responsabilidad de las deficiencias del régimen. Y si alguien pretende llegar a las causas de estas insuficiencias, se le detiene antes de que llegue al Gobierno.
Pero en general es posible reclinar los lugares comunes sobre el destino y demostrar que el hombre se forja su propio destino. Ahí tenéis el ejemplo de esa granja islandesa sobre la que pesaba una maldición.
La mujer se había arrojado al agua, el hombre se había ahorcado.
Un día, el hijo se casó con una joven que aportaba como dote algunas hectáreas de tierra.
De golpe, se acabó la maldición. En la aldea se interpretó el acontecimiento de diversos modos.
Unos lo atribuyeron al natural alegre de la joven; otros a la dote, que permitía, al fin, a los propietarios de la granja comenzar sobre nuevas bases. Incluso un poeta que describe un paisaje puede servir a la causa de los oprimidos si incluye en la descripción algún detalle relacionado con el trabajo de los hombres. En resumen: importa emplear la astucia para difundir la verdad.

Conclusión
La gran verdad de nuestra época conocerla no es todo, pero ignorarla equivale a impedir el descubrimiento de cualquier otra verdad importante es ésta: nuestro continente se hunde en la barbarie porque la propiedad privada de los medios de producción se mantiene por la violencia.
¿De qué sirve escribir valientemente que nos hundimos en la barbarie si no se dice claramente por qué?
Los que torturan lo hacen por conservar la propiedad privada de los medios de producción.
Ciertamente, esta afirmación nos hará perder muchos amigos: todos los que, estigmatizando la tortura, creen que no es indispensable para el mantenimiento de las formas actuales de propiedad.
Digamos la verdad sobre las condiciones bárbaras que reinan en nuestro país; así será posible suprimirlas, es decir, cambiar las actuales relaciones de producción.
Digámoslo a los que sufren del statu quo y que, por consiguiente, tienen más interés en que se modifique: a los trabajadores, a los aliados posibles de la clase obrera, a los que colaboran en este estado de cosas sin poseer los medios de producción.
Bertolt Brecht.

CARTA DE CUMPLEAÑOS, EN UN DÍA DE NO CUMPLEAÑOS, QUE DA PARA ADELANTE.


Antes de salir a la vida, le hago un guiño al General, cargo las pilas con tibiezas como ésta, de Ariel, y salgo con el pulmón de Mulethaler aquel gran mediocampista bohemio.

Hablando de dulzuras y otras tibiezas,me encontré con esta carta-mail que me envió el dramaturgo y hombre de letras que es Ariel Mastrandrea, la atesoro y si Uds. no ven esto como una pretenciosa mirada de ombligo, la comparto

¨Que lo cumplas muy feliz , Macunaíma querido , muy, pero muy feliz.-
Me ha puesto nostalgioso saber que cumples años .
Pero contigo es fácil.
No hay que hacer mucho esfuerzo para verte allá a lo lejos en la vieja Facultad de Humanidades .
Lo recuerdas?

Cuando eras un muchacho muy joven que lucía su uniforme militante de estudiante de todos los días : vaquero, rompevientos , montgomery y los volantes de la hora y a cualquier hora , cuando todo amenazaba desmoronarse y aquella enorme sonrisa que tenías , y que aún sigues teniendo - por suerte - sanadora.

Han quedado muchas cosas anudadas a la presencia de ese lugar que hoy es una masa hojaldrada que se resiste a los embates del tiempo .
Creo que en esos salones de Historia, Filosofía y Letras , Psicología y el Tercer Piso, en eso lugares mágicos con escaleras llenas de estudiantes y olores marinos , se guardaron para siempre las presencias de todo lo que soñamos , de todo lo que peleamos y de todo lo que no pudo ser .
A nosotros no nos lo contaron , lo vivimos en medio de la bruma que nos tocó en suerte .
Y fue duro. Y resistimos.
Hoy el viento sopla inclemente sobre esos territorios que se está volviendo cada día más y más lejanos , en la medida en que somos los últimos en dar testimonio de ello .
Y todo eso eso nos hermana a fuego.
Fuimos creciendo como pudimos, dando brazadas y a una hora le siguió otra y así los días y los años fueron pasando.

Hay momentos en que se me da por escuchar el pasado y me vienen los nombres y los rostros de todos los compañeros .

A veces no me coincide la mirada con lo que escucho y me da rabia no encontrar el nombre , el susurro o la risa de alguien que empuja entre los intersticios de la vida.
Yendo y viniendo , me da rabia mi propia inconsistencia , mi propia incapacidad en recordar , porque quisiera abrazarlo todo en aquellos días de sol.
(La memoria , Macu, la memoria personal y colectiva , eso tan terrible y frágil ).
Son tantos nombres y tantos recuerdos .
Y tanta gente querida que significó tanto .
Éramos todos más jóvenes y el mundo también era más joven .

Y así uno va y viene con su propia historia y a veces coincide con la historia del otro en un bar o en una calle cualquiera del destino .

Pero hay veces en que uno se pone a sacar cuentas a la vida y se mira en el espejo del otro .
Como hoy , por ejemplo.
No es cuestión de años , es cuestión de carácter y de cierta consistencia , de cierto empecinamiento con los que áun están .

Por suerte , Macu querido , tuviste, y estás teniendo , una vida plena de disfrute y desarrollo en compañía de tus seres más amados.
Eso vale mucho .
Y eso vale todo.
Tu eres un referente colectivo.
En ti se mira mucha gente y también tu propia generación ( ese es el derecho de los humanos hombres luminosos)
Por favor no lo olvides nunca : sé feliz.
Te lo has ganado.
Ariel Mastandrea

PROYECTO FERLINGHETTI, EL VIAJE QUE(NO) HICIMOS A SAN FRANCISCO.


Elbio Rodríguez, en representación de sus hermanos urubeatniks, junto al gran Lawrence Ferlinghetti


El arranque
“échele 20 centavos en la ranura”
Raúl González Tuñón

muchachos es en serio
no sé si iremos al frisco de kerouac
no sé si nos dará la vida
pero ahora arranquemos
que yo pago la vuelta
lleguemos donde el viejo lawrence ferlinghetti
que saldrá a recibirnos
entreabriendo sus párpados
vencidos como viejas persianas
llegaremos hechos un hato de rufianes
polvorientos y oliendo a tercer mundo
con cuentos del pago
y con el llamado de la sangre
encenderemos la luz azul
de su mirada
llegaremos a frisco
en una blazer cuatro por cuatro
con víctor israel sudando gotas gordas
elder saltando de rama en rama
elbio disertando en el asiento trasero
y un servidor el cuarto pasajero
subiendo desde las sombras
llegaremos a frisco del brother gregory corso
extendiendo la carretera como la palma de la mano
con cigarrillos casetes bringallbackhome y mucho cohen
algún libro la bufanda por si hace frío y zitarrosa
-porque ¿qué es la vida sin alfredo?-
papeles y una botella rubia en la guantera
“estoy palpando el cielo” diría elder silva
con la bandera del montevideo wanderers
en el viento americano
-aunque los otros tres somos manyas-
uruguaynomás nos grita el alambrado
aguanta la celeste y nos agranda
llegaremos con un mapa de ruta
armado por hiber conteris
chicago saint louis un motel en Las Vegas
Los Angeles y después San Francisco
o lo hacemos ahora o no lo haremos nunca
-“yo manejo”- dice el gordo cunha
víctor israel pone proa hacia el sol
arrancamos los cuatro.

CUENTOS DE AMOR, DE LOCURA Y DE MUERTE.



Fernando Peláez, el genio matemático del rock uruguayo, y Gonzalo Farrugia, durante la presentación del libro ¨Rock que me hiciste mal¨, en Guambia.


Estos últimos días han sido de marcados contrastes(te acordás que vos cantabas, urbano moraes:¨una vida corta y mezclada, eso quisiera tener¨)con hermanos que han salido de gira como el flaco Bosch, las peripecias habituales y las ternuras que te da la vida. Yo venía paladeando el dulce de hermana que me da en cada mail, mi brotherinha Helenita Paglia, cuando además su marido el Quique Cano me trajo su música, bella y clara, El telar del agua.
Con eso y otras tibiezas, me unté las heridas recientes y mientras le contestaba a Helenita que me ¨reprochaba¨no haberle hecho comentarios sobre el cd que hicieron con Quique, sentí que volvía a los diecisiete.
No te voy a decir que me sentí absurdamente feliz, pero esa noche repasé la lista de mis pérdidas de este año, y me dije a mí mismo ¨has vivido en una época interesante, con gente interesante¨.
El dolor de mis queridos, de Eduardo, Horacio, Pablo y Daniel, tan recientes, por un momento me sacó su pata de oso del pecho. Sólo que ayer, leí un mail de Carlos Porteiro, músico uruguayo en España, que le contesta a otro mail de Tabaré Rivero sobre Gonzalo Farrugia.
Gonzalo, baterista de Psiglo y de Crucis, está internado en el Hospital Vilardebó, está mal y muy solo.
Desde aquí, como una botella al mar, envío este aviso.
Vamos por Gonzalo, que sus tambores suenen más fuerte que estos días de mierda.

lunes, 19 de noviembre de 2007

30 AÑOS DE RAICES





Foto 1: Montevideo Grouve
Foto 2: Beto Satragni y Rubén Olivera en los estudios de Emisora del Sur
Foto 3: Beto y el Macu, hermanísimos.


Esta banda formada en 1977 y liderada por Beto Satragni comienza a lograr repercusión en el '78, cuando Andrés Calamaro reemplaza a Roberto Valencia.
Es la primer avanzada del candombe uruguayo, aunque resultaba difícil catalogar a la banda dentro de algún género concreto, podemos definirla dentro de lo que en aquella época se la llamaba fusión candombe-rock.
Si bien lograron un importante éxito con la presentación del primer disco a fines de 1978, "Bov Dombe",cuando telonearon a Serú Girán en Obras Sanitarias fue cuando se terminaron de imponer dentro de su estilo.
Leo Sujatovich reemplazó a Martín Ordúñez (quien había ingresado en lugar de Calamaro poco tiempo antes) y Juan Carlos Tordó ocupó el lugar de Cuadros. Con esta alineación registraron el segundo disco, "Los habitantes de la rutina", en 1980.
Otra tanda de reemplazos sobrevino ante la imposibilidad de grabar una tercera placa y esta inestabilidad, sumada a que Satragni comenzaba su dúo con el baterista Oscar Moro, llevaron a la disolución del grupo.
El regreso de la banda se produjo en mayo de 1995 con "Empalme", y las presentaciones en La Trastienda de David Lebón y Ricardo Mollo como guitarristas invitados, la formación que acompañó a Satragni fue: Enrique Sinesi en guitarra, Nora Sarmonía en teclados, Gustavo Liangot en piano, Daniel Colombres en batería y Jimi Santos y la Foca Machado en percusión.
En 1997 editaron un EP de cuatro temas, llamado "Ey Bo Road", que contó con la participación de Calamaro en el tema "Candombe de las esquinas¨.

Beto Satragni, orgulloso canario, vive hoy en Costa Azul, después de haber vivido 30 años en Bs. As. y haber tocado con los más grandes del Río de la Plata: Charly García, Rada, Litto Nebbia, Dino Saluzzi, Calamaro, Spinetta y mil más.
Es un grande, como músico y como persona, aunque muchos aún no sepan siquiera que está para siempre viviendo en Uruguay y en su querido Canelones.

domingo, 18 de noviembre de 2007

DANIEL ANTONIO BOSCH SUAREZ, PRESENTE.



La útima foto con Daniel, de izquierda a derecha, Gerardo Berriel, Juan Carlos Alberte, Macu, Bernabé Civano y Daniel Bosch.

El 15 de noviembre, el día del cumpleaños de Eduardo Darnauchans, despedimos para siempre a Daniel Bosch, quien fuera Vice-Presidente y Director de Operaciones de Mc Cann Erickson Uruguay.
Leído así parecería que estamos reseñando el fallecimiento de un alto ejecutivo del capitalismo salvaje, un hombre de los que usan la chequera en lugar de corazón y que no tendría lugar en el blog de un poeta.
En rigor a la verdad, El Bosch, como le conocimos todos, está aquí porque ha sido una parte de mi vida, algo de ella se fue con él, así como de mi literatura que leyó y estimó, y de la que también formó parte en poemas que he publicado en esta página.
Conocí en los años de agitada militancia estudiantil cuando él estaba en el liceo Colón y lo reencontré, singularísimo encuentro, cuando él ya era ejecutivo de Cuentas de COCA-COLA.
Desde allí, fue sin duda, un eficiente gestor cultural, ya que impulsó actividades como Plásticos Jóvenes, recitales y espectáculos, con la increíble capacidad de trabajo del obsesivo motor humano que fue en vida.
Fumador y tomador de café desorbitado, ajeno a toda otra cosa que no fuera el trabajo, y el cuidado de su madre, fue un hombre caballeresco y sutil, cálido, sensible y comprensivo para con las vivencias de los demás, familias, hijos, parejas, etc, que el no pudo tener.
Inteligente y ávido de conocimiento, a pesar de que tenía una autoimpuesta carga demencial de trabajo, tenía tiempo para informarse sobre los más diversos asuntos, culturales, sociales, políticos.
Admirador de la obra de nuestro destacado artista plástico, Javier Basi, quien lo acompañó todo el tiempo en este último tramo de su vida, El Bosch estaba siempre al tanto de las movidas de la pintura, del teatro, de la música.
Con el advenimiento del gobierno progresista, al que naturalmente adhirió, tuvo reflexiones y lúcidos análisis críticos sobre la gestión cultural del gobierno de izquierda que evidenciaban la sintonía fina que él tenía con el sector.
Hombre afable, de buenos modos, fue un ser, paradojicamente, carente de vida privada, excepto los momentos que dedicaba a su madre anciana, a su hermano y sobrinos, y a una novia que tuvo alguna vez y que le duró poco tiempo.
Daniel eligió el trabajo por sobre todas las cosas en la vida, sin descanso y sin pausas, a excepción de las vacaciones forzozas que alguna vez nuestro jefe, y amigo, Carlos Ricagni le obligó a tomar. En ellas Daniel pudo viajar y hacer algunas cosas que un hombre de su cultura y sensibilidad hubiera querido hacer.

El Bosch fue un personaje de Raymond Carver, un ser contradictorio, con momentos en los que resultaba querible y rechazable con la misma intensidad, no obstante siempre superaba todas las tormentas y conflictos con su indiscutible calidad humana, Cuando pasaban las ventiscas, los malos momentos y rispidices generadas por él mismo, siempre proponía un cigarrillo y un café como prendas de reconciliación, mientras solía citar a Mao para justificar sus contradicciones.

Daniel Bosch fue un compañero leal, por lo tanto un amigo y un hermano de todas las horas, cuya presencia late en mi corazón y en los libros de Chomsky, de Borges y Lao Tsé que me regaló en distintos cumpleaños, y que dedicó con letra menuda y mucha inteligencia.
Su muerte estaba anunciada hace un tiempo, no nos tomó de sorpresa, pero dolió más de lo que esperábamos como el hollín de una chimenea perversa tiñó los días y las noches que vivimos desde que se fue.
Ahora, en estas pobres palabras, intento reafirmar su presencia en mí y en muchos hombres y mujeres de las más diversas procedencias. Nos hará mucha falta.