viernes, 17 de octubre de 2008

VISITANTE ILUSTRE




Emir Kusturica de Sarajevo, estuvo en el Teatro Solís, construido  en 1851, en medio de una guerra y con Montevideo sitiada por tierra y por agua.
El Intendente Ricardo Erlich lo recibió como visitante ilustre y esta noche toca en el Teatro de Verano ¨Ramón Collazo¨con su banda No smoking Orchestra.
Mañana tengo que dictar un posgrado en la UDE y no podré asistir, irá mi hijo Miguel en mi lugar  y en representación de todos los que en casa somos fans del serbio, en la música y en el cine.
Como él bien dijo, las herramientas más eficientes que tenemos a la mano para enfrentar a un mundo globalizado por el capitalismo corporativo que sustenta el crimen y la dominación bajo su discurso de progreso. Kusturica dijo a los jóvenes: ¨Desconfíen de los que hablan de progreso a pueblos pequeños como el mío o el vuestro, y después montan guerras y conflictos para defender los intereses del capital corporativo¨.
Después de mucho tiempo, esta banda de serbios locos puso a nuestra ciudad en su itinerario.

miércoles, 15 de octubre de 2008

ANTICIPO DEL INFIERNO.

                                    Mariana Arruti, la directora de ¨Trelew¨

Todo empezó con Poni Micharvegas, a quien conocíamos de un disco de los insurgentes años 70, grabando con Carlos Carlsen y Francois Rabath, ya que obtuvimos su correo electrónico y empezamos a escribirnos. Después se fue tejiendo la madeja y en la textura se sumó Alicia Delpuerto quien, además de comunicarme con Osvaldo Bayer, me habló de Mariana Arruti, joven realizadora del film ¨Trelew¨, documental sobre los presos políticos fusilados en 1972.
Este hecho, que sorprende a los más jóvenes, que creen que el infierno empezó con Videla, marca el asesinato frío de 16 militantes de distintas organizaciones que enfrentaban a la dictadura de Lanusse. No conozco personalmente a Mariana, conozco su película.
La ví, entre ¨El círculo¨de Aldo Garay y José Pedro Charlo y la película ¨Decile a Mario que no vuelva¨de Mario Handler, y realmente fue como un viaje en el tiempo, para reencontrarme con un período de la oscura historia de la Argentina. Un documental áspero y verdadero que cuenta el planeamiento de una fuga de un penal de máxima seguridad de presos de Montoneros, el ERP y las FARP que puso en rídiculo a la dictadura.
Suceso éste con un amargo epílogo, quienes no consiguieron fugarse del aeropuerto de Trelew y fueron cercados por los militares, una vez que negociaron su rendición, fueron asesinados con la fría precisión que se producirían desde marzo de 1976 las desapariciones forzadas y los vuelos de la muerte. La película de Mariana anticipa ese infierno.

domingo, 12 de octubre de 2008

MARCOS ANA, POETA RESISTENTE.

Marcos Ana, el Quijote viviente

Por Cristina Castello

Decidme cómo es un árbol. /Decidme el canto de un río/
cuando se cubre de pájaros.
Marcos Ana

Almodóvar filmará la vida del hombre que más tiempo estuvo en la cárcel por la Guerra Civil española. Sin sueños de venganza, Marcos Ana sigue luchando contra el fascismo. Su historia es testimonio de los pájaros sin alas de aquella barbarie; y también una juerga de ternura que iza la Bondad por encima de todo horror. Marcos Ana, poeta y Quijote.

Emblema universal de la lucha por la libertad —88 años, hoy— estuvo en las cárceles del franquismo entre 1939 y 1961. Conoció el espanto en su piel, en su corazón, y a través de los ojos de sus compañeros; descubrió el oprobio en las manos de los torturadores: manos extranjeras a la vida que sólo los domingos cesaban de masacrar, pues entonces los verdugos rezaban en la Iglesia y con el capellán.

Pero también supo de deleites: en las mazmorras del fascismo español, Marcos Ana «adoptó» —como se adopta un bebé— una flor inocente, nacida en la grieta tenebrosa del muro más cruel. Así como, aunque trepado a los barrotes y castigado duramente por ello, se extasió con cada plenilunio que —gracias a su obstinación— pudo gozar. Igual que contrabandeó, reja a reja, la poesía de Neruda y sus propios versos, como una letanía que invocaba la libertad. Tenía sólo 19 años cuando cayó en aquel infierno del Régimen, y veintitrés más cuando —como una salva de pájaros contentos— pudo dejar la jaula para abrazar la nitidez de la luz.

Luz cegadora para él, que no conocía más que las tinieblas. Pero la vida, que sólo le había ofrecido su mano mezquina, le llegaba por fin con la mano que da. Entre todos sus dones, le dio los viajes, el reconocimiento mundial —el abrazo de la humanidad— y la posibilidad de luchar. Le dio la poesía, y le descubrió el amor y el sexo... recién a sus 42.
Ella era joven y morena, delgada, bella y sutil. Se llamaba Isabel Peñalba y tenía la mirada azul.
¿Serán los ojos de Penélope Cruz, la actriz fetiche de Almodóvar, los que lo mirarán desde aquel azul de Isabel? Quién sabe. Primero terminará la filmación de «Los abrazos rotos» y, quizás, rodará «La piel que habito». Y entonces se dedicará a «Decidme cómo es un árbol», el último libro de Marcos Ana; obra que recorre el mundo con sus memorias de la prisión y de la vida, flameantes de humor, de la poesía de su prosa y del sentido de la existencia como un hecho trascendente.

¿Cuántos filmes podrían hacerse con cada latido de este Quijote?

En cualquier caso, Almodóvar eligió tomar la historia de Marcos, «un superviviente», cuando era ya un pájaro en vuelo libre que surcaba cielos a la salida del infierno. Al cineasta le impresiona que, después de haber respirado tanta muerte, el poeta sepa de justicia y paz, de fraternidad y siembra, de imaginación y esperanza, y no de rencor. Le sorprende su pasión por la vida del prójimo. Se emociona porque en «Decidme cómo es un árbol», nuestro autor cuenta que —a causa de un compañero que lo denunció— recibió una de sus dos condenas a muerte; y, aun así, no da su nombre para evitar un daño a la posible familia del traidor.

Curiosa audacia la de Almodóvar, artista de un lenguaje cinematográfico barroco y brillante, cuyos temas habían sido hasta ahora el amor por su madre y por las mujeres, la sexualidad, el maridaje entre el amor y la muerte, y la transmutación del alma. Y si bien algunos hechos de la historia que filmará justifican a primera vista su elección —ya se verá— hay algo central, más novedoso que todo. «Marcos Ana es lo más parecido a un ángel —explicó el director—, no he conocido a nadie tan bueno».

A partir de esta experiencia, ¿podremos sumar entre sus razones para elegir un guión el valor infinito de la Bondad?

La mirada azul

Decidme cómo es el beso / de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.

Marcos Ana

Después de 23 años tras los muros, lo más difícil fue la libertad. Aprender a ser libre. Marcos sabía vivir en la cárcel, donde el cariño hacia (y de) sus camaradas fue su sostén y su motor. Aunque fue torturado hasta casi morir; aunque vio asesinar tantas vidas y también su juventud, tiene grabadas en la piel y en todo su ser las risas de sus amigos y su generosidad. Con ellos compartía el hambre y el pan, los sueños y los homenajes con que —en las sombras de la sombra y con ingenio— honraban a los grandes poetas. La cárcel era una «universidad democrática», un hogar.

Marcos Ana fundó las tertulias literarias, a pesar de que la imaginación era salvajemente perseguida. Los guardias debían evitar la fuga física de los prisioneros; y el capellán, la fuga espiritual. Había que impedir la poesía, pues era enemiga del sistema, era un ser más a encarcelar. ¿Encarcelar el sol? ¡Vaya!

En la década de los ’50 y a una celda de castigo infrahumana sus compañeros le acercaron, ellos sabían cómo — ¡oh, qué gracia la imaginación!—, una lapicera y poemas de Neruda y de Rafael Alberti. Los leyó más de mil veces y... ¡empezó a escribir! Pero... ¿cómo guardar su palabra escrita? Y aquí otra vez la creatividad.
Sus «colegas» de prisión aprendían de memoria sus versos, y los que recuperaban la libertad eran poemarios parlantes de Marcos Ana, conocido aún como Fernando Macarro Castillo. Tiempo después, recibió un librito impreso con sus poemas... ¡Hombre, qué felicidad! Eran las dos primeras ediciones de «Te llamo desde un muro», publicado entonces en México y en el Perú.

Como un juego interminable de espejos reflejados en sí mismos para multiplicarse, la cámara de Almodóvar mostrará a los espíritus inquietos del mundo, la vida de nuestro personaje y conciudadano suyo... ¡sí!

Vaya sucesión de casualidades: el cineasta nació en La Mancha, igual que la obra suprema de la literatura universal: «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha»; igual que Don Miguel de Cervantes Saavedra, su autor, quien había abierto los ojos a la vida en Alcalá de Henares, ciudad de la famosa región, donde Marcos vivió desde sus nueve años y padeció su primera prisión... ¿Es que existe el azar?

Virgen hasta los 42, para Fernando Macarro el mundo exterior era una leyenda, una fábula, una ficción. No había muros sino cielo; ¡había tocino! —tocino, aquel sueño suyo de hambreado durante los 9.000 días y noches de su encierro—; había coches, carteles luminosos, tiendas... ¡mujeres!

Había una vida «normal» y él la había olvidado después de tantos años tras los muros. Habituado al horror y a la necesidad, las luces lo mareaban, devolvía la comida que había ansiado: se sentía en otra galaxia... hasta que llegó su noche azul. Ella. Ella creía que él estaba borracho e intentó devolverle el dinero; el que él debía pagarle, como prostituta que era la muchacha. Fernando Macarro no sabía qué hacer, a solas con una mujer y en un hotel; se sentía torpe, extraño, desorientado, hasta que le contó la verdad: los 23 años de cárcel y su inexperiencia sexual. Y ella se dedicó a él con amor: lo llevó a pasear por la Gran Vía de Madrid y fueron a cenar, mientras él hablaba y hablaba, como una semilla que encuentra tierra fértil después de la sequedad.

La mirada azul lloró. Lloró tanto, al tiempo que él le contaba el único mundo que conoció. Lloró por todas las cosas que merecen lágrimas (Jorge Luis Borges). Isabel Peñalba —era ella, sí— lo llevó después al hotel y logró que Fernando hiciera el amor. Quería renacerlo, inaugurarlo. Ya en la mañana, chocolate con churros juntos en la cama, y cuando el poeta amanecido «varón» llegaba de vuelta a su casa encontró en el bolsillo las quinientas pesetas de la paga que ella no cobró. Y un papel, un llamado, una solicitud de amor: «para que vuelvas esta noche». Él pensó en ella todo el día con deseo y emoción, pero el miedo de ofenderla con la paga —que además era dinero de la joven— se mezclaba con su deseo viril y con el temor de destrozar el recuerdo de aquella noche de pureza y magia. No sabía si ir o no, y otra vez fue una flor la que lo salvó de nuevo, para decidir. Compró docenas de flores tan luminosas como aquella que, nacida en el muro más cruel, había adoptado como a un bebé. Las 500 pesetas —el precio de la paga— se convirtieron en un bouquet de pimpollos con orquídeas y magnolias. Las dejó en la conserjería del hotel, con una tarjeta: «Para Isabel, mi primer amor». Franz Kafka escribió que cuando uno se empeña en subir, los escalones brotan debajo de los pies, anhelantes. Isabel fue el escalón al amor.

Almodóvar se regocija en este recodo de alba y de tal embeleso de ternura que su cámara ansía traducir.

Antes, mucho antes, el faro de Marcos había sido el cariño absoluto hacia sus padres, en quienes pensó para elegir el seudónimo con que lo conocemos. Escogió Marcos, por su papá: ¡ay!, aquella imagen de una gorra solitaria prendida en la rama de un árbol roto, cuando un bombardeo lo asesinó; los ojos desolados del hijo tenían 17 años.
Decidió apellidarse Ana, por la mamá. Abnegada bajo su siempre pañuelo negro en la cabeza, ella había ido a verlo a la cárcel, una vez más, pero no la dejaron entrar. Con su calvario interior por haberse enterado de que el hijo estaba condenado a muerte, comenzó a volver sobre sus pasos. Mamá Ana cayó al suelo, los guardias la golpearon y humillaron y ella murió en una zanja, en aquella Navidad de 1943: «...que murió de rodillas, me contaron / crucificada en un leño de llanto, / con mi nombre de hijo entre sus labios / pidiendo a Dios el fin de mis cadenas»

Candilejas
Mi pecado es terrible; / quise llenar de estrellas / el corazón del hombre
Marcos Ana

Desde su liberación en 1961, gracias a la presión internacional, pues estaba condenado a sesenta años de prisión, recorrió Europa y gran parte de la América morena. Conoció a Louis Aragon, Pablo Neruda, por fin a Rafael Alberti y María Teresa León, a Salvador Allende, Nicolás Guillén, Picasso, Yves Montand, Michel Piccoli, Prévert, Jean-Paul Sartre, Joan Báez, Miguel Ángel Asturias, Pedro Vianna y tantos más.

Convirtió su vida en una defensa de la libertad, en contra de todo autoritarismo. Fundó y dirigió en París, hasta el final del franquismo, el Centro de Información y Solidaridad con España (CISE), que presidió Picasso.

Y cada persona que lo entrevistaba, y aún hoy, le repite una pregunta: ¿Vio en prisión al enorme poeta, alma de cristal, Miguel Hernández? Sí, lo había visto. Al «Fuego azul de la poesía» —como lo llamaba Neruda—, el franquismo lo había asesinado a los 31 años, con una tuberculosis a la que sus verdugos jamás atendieron.

A los dos años de su libertad, Marcos conoció a Vida Sender, quien fue su mujer por muchos años. Hoy están separados, pero conservan una amistad cada vez más honda y el amor de los dos hacia «Marquitos», con quien vive. Es el hijo de ambos —hoy camarógrafo, fotógrafo y documentalista—, la ofrenda mayor que recibió de la libertad.

Pero hubo otras más. Como el reencuentro con aquella música de acordeones y violines que, de una orquesta lejana, había escuchado en la cárcel de Burgos en la Navidad del ’60. Nunca supo el nombre y, aunque la buscó con obsesión, sin ese dato y sin poderla tararear, no era posible hallarla.

Después, el vértigo de los viajes lo llevó a Copenhague, donde le habían asignado para hospedarse la casa de… Karen. Alta, bella, fascinante, la diosa nórdica no podía entenderse con él más que por señas. Marcos no hablaba una palabra de inglés, y ni pensar en el danés. Desde un sillón, la miraba, cohibido —más aún cada minuto—, sin poder pronunciar una palabra; y ella lo percibió: lo acomodó en el canapé, apagó las luces para crear un ambiente tenue que ayudara al reposo, puso cierta música en el tocadiscos y se dispuso a dejarlo descansar. Entonces, la sonrisa de la vida. El milagro. La melodía que el poeta estaba escuchando era la de la película «Candilejas», la misma de aquella Navidad; la que tanto había buscado. La música le provocó un sobresalto que hizo a Karen volver, inquieta, y sentarse con él, casi en él.
El resto fue el abrazo en silencio, la vibración al unísono, y el lenguaje del amor y la pasión. En los cinco días de su permanencia en Dinamarca y en tantos otros de su vida libre, el encantamiento pobló de estrellas al héroe que llena de estrellas el corazón del hombre.

«Decidme cómo es un árbol», clamaba Marcos Ana en el poema que dio el nombre al último libro. Hoy, ya todos los bosques, todos los pájaros y todos los ríos le contaron su historia. Hoy se reconoce como un «árbol milagroso», porque sigue dignificando la condición humana. Y se abraza a la palabra de su admirado Paul Éluard: «Y serán recompensados los que ríen de horror».

DOLOROSO DOMINGO




Hoy, me entero de la muerte de Juan Andrés Morandi Puppo, sicólogo, publicista, compañero y amigo.
Noticia sorpresiva y amarga, que oscurece el domingo.

AMIGOS:
SI NO HUBIERA RECIBIDO UNA LLAMADA DE GUSTAVO LAUDATO(NO TE APENES GUS, ERA NECESARIO QUE LA HICIERAS) NO HUBIERA ESCRITO ESTAS PALABRAS.
SON PARA JUAN ANDRÉS MORANDI PUPPO, AMIGO Y ENEMIGO ÍNTIMO.
EN EL 80 SE QUEDÓ, MEJOR DICHO LO ELIGIERON, PARA UN LABURO QUE YO NECESITABA Y QUE CREÍA MÁS MERECIDO PARA MÍ QUE PARA ÉL.
LO DETESTÉ UN RATO.
PERO NADA, NI SIQUIERA MIS PROPIOS DEMONIOS, PUDIERON IMPEDIR QUE NOS QUISIÉRAMOS.
NO ERA UNA COSA DE VERSE CADA SEMANA, NI MUCHO MÁS, NI MUCHO MENOS.
PERO CUANDO NOS VEÍAMOS, NOS ADIVINÁBAMOS.
EL TENÍA SUS MIERDAS Y YO LAS MÍAS, PERO NOS QUERÍAMOS.
LA NOTICIA DE SU MUERTE ME LLEGA A TRAVÉS DE LA PERSONA QUE DEL AMBIENTE DE LA PUBLICIDAD SUPONGO SIEMPRE MÁS LEJOS DE LA MALA LECHE Y LA HIJAPUTEZ, QUIZÁS POR ESO LA PARCA ELIGIÓ A GUSTAVO PARA QUE ME DIERA LA MALA NOTICIA.
ME APENA, SIENTO QUE, MUY EGOISTAMENTE, ALGO DE MÍ SE HA MUERTO CON JUAN ANDRÉS MORANDI PUPPO, MI COMPADRE, MI AMIGO, MI COLEGA.
DE LOS CREATIVOS DE NUESTRA GENERACIÓN, ERA UNO DE LOS MEJORES.
MIS ALUMNOS EN LA UDE DISFRUTAN DE UN CUENTO QUE LO PINTA A JUAN ANDRÉS MORANDI DE CUERPO ENTERO.
JUAN ANDRÉS, DOTADO DE UNA EXCELENTE VOZ, SIN EMBARGO ARRASTRABA LAS ERRES.
PARA CARICATURIZARLO O HACER UN CUENTO SOBRE ÉL, BASTABA CON REMARCARLAS, PARA QUE CUALQUIER BOLUDO DIJERA: ¨AH ESTÁS HABLANDO DE ¨MORRANDI¨, REMARCANDO LAS ERRES.
UN DÍA ME ENCONTRÉ CON JUAN ANDRÉS EN UNA ESTACIÓN DE SERVICIO:
-¨HOLA, JUAN, ¿ CÓMO ANDÁS?
-FENÓMENO, ESTOY HACIENDO UN CURSO CON BERTO FONTANA.
-¿ EN SERIO, Y CÓMO TE VA?
- ME VA BÁRBARO, MIRÁ: ¨TRES TRISTES TIGRES COMEN TRIGO EN UN TRIGAL¨
- IMPRESIONANTE, JUAN, IMPRESIONANTE.
-MIRÁ MACU, ACELERO : TRES TRISTES TIGRES COMEN TRIGO EN UN TRIGAL¨( RÁPIDO)
¿ QUÉ TE PARECE?
-MUY BIEN JUAN, MUY BIEN.
-MIRÁ AHORA ACELERO UN CAMBIO: ¨TRES TRISTES TIGRES COMEN TRIGO EN UN TRIGAL¨( RAPIDÍSIMO).
-PAH, HUAN QUÉ BÁRBARO.....
Y DE PRONTO, LA EXPRESIÓN DE JUAN ARRASTRANDO LAS ERRES COMO DE COSTUMBRE_
-¿TE  RRRRRRRR...RRRRRINDE?


EL GORDO TROILO, EL GORDO TRISTE DE BUENOS AIRES, DECÍA QUE UNO NO SE MUERE DE GOLPE, SINO QUE SE MUERE DE A POCO EN CADA AMIGO QUE SE MUERE.
ESTE DOMINGO 12 DE OCTUBRE NO TENÍA GANAS QUE SE MURIERA NADA DE MÍ.PERO NUNCA ESTÁS A SALVO.
HOY ENTERRAMOS A UN GRAN PUBLICITARIO, A UN AMIGO QUE SE LLEVA COSAS DE MÍ QUE YA NO PODRÉ RECUPERAR.

LOS ABRAZA

EL MACU