Desde 1969, cuando era poco más que un adolescente, estoy en los medios
de comunicación vinculado a la música popular uruguaya.
Mis primeros artículos en publicaciones y periódicos estudiantiles, del
colegio secundario y después a nivel universitario, me llevaron a una primera
experiencia radial y, posteriormente, a escribir en un diario de tiraje masivo.
En un principio, estaba ligado esencialmente a los músicos de mi
generación que, a nivel urbano, experimentaban con la mezcla del rock
anglosajón con formas musicales absolutamente uruguayas como el candombe y la
murga.
La música popular brasileña y el jazz eran la otras vertientes que nutrían
la música que por entonces hacían músicos extraordinarios como Eduardo Mateo,
Urbano Moraes, Pippo Spera, entre otros.
En mi caso particular, que no soy músico, sino un simple escuchador y
comentador de músicas, la música popular brasileña venía de la influencia
familiar, soy nieto de brasileños, así que desde Ary Barroso, Os demonios da
Garoa, Luiz Gonzaga hasta Tom Jobim, la bossa, el samba, el choro, entre otras,
no eran sonoridades ajenas en mi casa natal
Hacia fines de 1978, un amigo tejedor que había andado on the road por
las playas del litoral riograndense, me trajo un vinilo del desaparecido sello
ISAEC de Porto Alegre.
Ahí escuché por primera vez a músicos, hermanos queridos, como Bebeto
Alves, Carlinhos Hartlieb, Nelson Coelho de Castro, Claudinho Veracruz y mi
parceiro Raúl Ellwanger.
Comencé a tocar ese disco colectivo en la radio, y casi instintivamente
percibí que había un destino común, lazos de sangre y música que nos unían
regionalmente a uruguayos y gauchos.
No es extraño que un año después, cuando comenzaba el principio del fin
de la dictadura uruguaya, invitáramos a Raúl Ellwanger a un recital
multitudinario de la música uruguaya en el Estadio Centenario.
Con una perversidad kafkiana, las autoridades permitieron la publicidad
en medios masivos del recital, la venta de entradas y el montaje del escenario
y todo lo demás, pero, unas horas antes, prohibió su realización.
Raúl Ellwanger, el primer adelantado de la música de Porto Alegre, que
venía a tocar en un recital que habría reunido a miles de personas, terminó con
nosotros devolviendo el dinero de las entradas y tocando, unas horas después,
en una función privada para los colegas y amigos de Montevideo.
Unos días después de la suspendida actuación del Estadio Centenario,
viajamos a Porto Alegre con el director de teatro Luis Vidal y el músico Yabor,
a la realización de ¨Explode 80¨, un recital colectivo en el Araucho Vianna.
Desde ahí, llevo casi treinta años, difundiendo los discos de Raúl
Ellwanger, Nelson Coelho de Castro, Bebeto Alves, Carlinhos Hartlieb, músicos
que considero mi turma.
Pero también de los nuevos creadores como Orestes, Mario Falcao,
Richard Serraria, Vitor Ramil, etc.
Toco sus músicas en la radio, Emisora del Sur 94.7 FM(pueden oírla por
la Internet: www.sodre.gub.uy), una de
las cuatro radios estatales uruguayas, como mi amigo César el tejedor urdía los
hilos en su telar.
Esas músicas son vigas de un puente que estamos construyendo entre
uruguayos y riograndenses, al sur del sur.
Un día y otro, llega a Porto Alegre un Daniel Drexler, una Ana Prada o
un Sebastián Jantos desde nuestra querida Montevideo, reconociéndose en la
milonga y otras músicas con sus pares de aquí.
Un día y otro, pero aún muy lejos de la frecuencia que quisiéramos,
llegan a nuestra ciudad jóvenes creadores como Mario Falcao o Richard Serraria.
Esas voces comienzan a integrarse a nuestro ámbito auditivo, hecha
añicos la precaria barrera del idioma.
Así que los que estamos en el medio artístico-cultural comenzamos a
soñar con caminos que se abren, de ida y vuelta para nuestros músicos, poetas,
teatristas y artistas en general.
Porque, como dijo el poeta, ¨no se puede vivir sin el pan y sin la
camisa, pero tampoco sin sueños¨.
El nuestro es un sueño alto y de enorme claridad: la efectiva
integración cultural regional.
Nos falta aún mucho por hacer, el gobierno recién electo en Uruguay
deberá abordar, entre otros temas domésticos, el tema de una integración
cultural más concreta y real.
La integración cultural regional no puede quedarse en los discursos y
en las palabras floridas, es una tarea insoslayable del tiempo que viene.
Porque hoy resulta mucho más fácil para un creador de Montevideo tocar
en Madrid que en Porto Alegre, y al revés sucede exactamente lo mismo.
(Bebeto, Raúl, Nelson,¿cuánto hace que queremos verlos en Montevideo?)
Es tiempo de acabar con estas absurdas barreras que balcanizan una
región del sur que tiene mucho en común en sus formas musicales, en la cultura
y la sensibilidad imperantes, en las costumbres, etc.
Por eso, estoy aquí, junto a mis hermanos cantores y creadores, en mi
doble condición de periodista y de poeta, acompañando este sueño posible que es
la integración de nuestras patrias musicales
Porque con Juan Cunha, un poeta mayor de mi tierra, aprendí que ¨Si
soñamos, fue con realidades¨.