Cuando la Fundación Zitarrosa me pidió que escribiera estas palabras para ser dichas en el marco de un homenaje a Alfredo Zitarrosa, ese maravilloso cantor con voz de otro, no me pude negar.
En primer lugar, porque siento por Carla Moriana, Serena y sus nenas, y por la Fundación que resurge con renovado brío un afecto de tío veterano que tiene el privilegio de ver lo que a Alfredo no le fue dado.
Y en segundo lugar, enumerando a la manera del inolvidable Dr. Juan José Crottogini, porque me pedían que escribiera una reseña sobre el Corto Buscaglia.
Acepté la tarea porque aprendí de Mario Arregui a ser memoria viva de los compañeros que se salen del camino , a recordarlos, a llevarlos conmigo el tramo que todavía me toca seguir adelante.
Sabía no obstante , a pesar de que soy un viejo palabrero, que me iba a costar escribir y que acabaría haciéndolo casi al borde del plazo que acordé con Víctor.
Empecé una y otra a escribir varias versiones en tercera persona y en estilo de apuntes biográficos:¨Horacio Ricardo Buscaglia Vidal, poeta, actor, dramaturgo, músico, hombre de radio, periodista, publicista, etc., etc.¨
Leí lo que había escrito y deseché todo lo que había escrito, dándome cuenta, como diría un finísimo poeta, que a veces las palabras no entienden lo que pasad.
Es que Horacio Ricardo Buscaglia Vidal es mi hermano de sangre y de vino, mi hermano mayor sin mayorazgo, cuya ausencia me duele hasta en el pelo.
Por eso, con esta prosa borracha asumí la primera persona que por excesivo pudor había evitado, para dejar aquí, esta noche tan especial mi recuerdo vivo de Horacio.
Lo conocí a finales de 1970, el gordo Raúl Feldman, que años después sería asesinado por unos rufianes de la triple A en Bs.As. me llevó a la vieja Radio Vanguardia en los altos del Teatro Nuevo Stella. Teníamos por entonces un proyecto de un programa de radio juvenil y como yo era el loco de los discos para mis compañeros de la Facultad de Humanidades, el gordo me convocó para participar en el proyecto.
Empezábamos un sábado después de un programa que se llamaba ¨La morsa¨y que hacían Horacio Buscaglia y ese extraordinario director de teatro que es Héctor Manuel Vidal.
Por supuesto que yo ya conocía a Horacio, porque lo precedía una cierta fama subterránea que lo había vuelto ya una figura legendaria para mí: Horacio había escrito en la revista ¨Los huevos del Plata¨con gente como Clemente Padín, el Negro Julio Garategui, entre otros, había tenido un programa en la radio Sarandí que se llamaba ¨Ludovico¨, era parte del Club de Teatro, y además había inventado Las Musicasiones y era amigo de Eduardo Mateo. Y entre todas esas cosas, además, compartíamos la misma militancia política
Por eso, en nuestro primer encuentro sólo hubo fascinación y encantamiento de fan, pero en ese entonces yo estaba muy lejos de saber de qué manera se entrecruzarían una y otra vez nuestras vidas.
En esa época, yo era colaborador de una revista argentina de rock que se llamaba ¨Pelo¨que dirigía Oscar Daniel Ripooll, por lo que el Corto me cargaba diciendo que yo era ¨pelista-ripollista¨.
Pero a pesar de las cargadas, el Corto me abrió su corazón y su casa de Malvín, donde quizás me crucé alguna vez con su prima Rosario Vidal, hija del inolvidable Guita Vidal, y su mejor amiga de entonces, una adolescente que, con los años, se convertiría en mi compañera de toda la vida y la madre de mis hijos.
En la casa y en el entorno de Horacio conocí y se volvieron también mis hermanos, personas como Gonzalo Moreira, Urbano Moares, Walter Venencio, Pepe Vázquez, Imilce Viñas, Marcos Gabay Vigil, Bimbo De Pauli, Milfurd Galbiatti, Walter Marasco, Jorge Denevi, entre otros.
Horacio Buscaglia en aquellos años de mi juventud me alentó a cometer poesía, a escribir en un diario, a ganarme mis porotos y mis cebollas en la profesión que tengo desde entonces.
Con él tuvimos, como cuadra a hermanos verdaderos, muchos encuentros y también muchos desencuentros, pero siempre tuvimos, como decía un nicaragüense, ¨la suerte de acabar convergiendo¨. Porque fuimos parte de la resistencia cultural desde los inicios de la dictadura, desde aquellos Conciertos del Colibrí en julio-agosto de 1973 cuando cantamos el himno desde el escenario del Nuevo Stella.
Después de un breve período en Bs.As.con Nancy y Martín chiquito, el Corto regresó y estuvimos juntos en muchas de las cosas que empezaban a llenar de ¨ruidos y ruiditos¨ la tapia sepulcral de la dictadura militar.
La Radio de Germán, las primeras publicaciones autorizadas, los espectáculos de canto popular, los ámbitos del teatro, las presentaciones de libros, encuentros de la cultura resistente, etc., en todos esos ámbitos estuvimos codo a codo con Horacio Buscaglia.
Quiero recordar que desde 1976 Horacio ha sido el presentador de todos mis libros, en el Taller de Zina Fernández y en el Teatro Circular de Montevideo.
Cuando la dictadura se tambaleaba, algunos compañeros de los partidos y organizaciones democráticas convergieron en la creación de un diario que se llamó ¨,5 días¨, porque salía de lunes a viernes, y que pudo estar en la calle por sólo 19 números hasta que sobrevino su prohibición definitiva.
Un recuerdo emocionado para Rafael Cribari, Gonzalo Carámbula, Marcos Gutiérrez Ruiz, Manolo Flores Silva, Antonio Ladra , Jorge Burgell y muchos otros compañeros que hicieron posible aquella aventura de coraje y resistencia.
En ese diario, volvimos a encontrarnos Horacio y yo, aunque eso de encontrarnos es una forma de decir, porque por nuestra profesión nos veíamos con mucha frecuencia.
En aquel diario, cuando se supo la noticia de que era posible el retorno de Alfredo Zitarrosa, los compañeros entendían que era necesario enviar algunas personas representativas del medio para acompañarlo en su regreso al país.
Los recursos que disponíamos sólo permitían enviar a tres personas, así que fuimos convocados Horacio Buscaglia y yo por el diario, y Mauricio Ubal por la nueva generación. Viajamos entre la incertidumbre y la más loca alegría, con el zurdo cordial haciendo piruetas bajo la camisa y con un cierto cosquilleo de estar viviendo un asunto histórico.
Estuvimos junto a Alfredo en el apartamento de la calle Thames, donde entre las jodas del Corto, la ginebra y los múltiples abrazos, Alfredo dijo: ¨Uds., los creadores de la nueva generación nos han enseñando un verdadero magisterio de unidad. Porque todos sabemos como han trabajado unos cantores con otros cantores, unos poetas con otros poetas, elviolinista con el guitarrista, han sabido estar muy juntos.
Claro que yo no fui un solitario tampoco, ni Daniel, ni el Sabalero, ni Numa, ni los Olima, pero Uds. saben bien con la maravillosa unidad con la que han trabajado, que en nuestro caso se expresa también en el aspecto político¨.
Por eso, esta noche que estamos convocados por Alfredo, del mismo modo que lo fuimos hace 22 años para ir a buscarlo a él y a Nancy Marino que regresaban del exilio, traigo estas palabras que mencionan a Horacio Ricardo Buscaglia Vidal, el Corto, mi hermano de sangre y de vino, mi hermano de la vida.
Algo se aprieta dentro de mí cuando lo nombro así, pero no se apenen, sucede que Horacio Buscaglia está de gira, una gira mágica y misteriosa como la de los Beatles, como la que imaginan los actores para otros actores que dejan el escenario de la vida.
Y aunque de gira sembrando pájaros y carcajadas en el campo del cielo, quiero decirles que está presente en estas pobres palabras.
Con todo mi amor