lunes, 6 de junio de 2016

Ali



Nunca me han gustado las corridas de toros, las peleas de gallos o de perros.
No me han gustado nunca los ruedos de violencia estúpida que hacen correr adrenalina y apuestas en algunas personas.
Nunca me ha gustado el box, excepto cuando peleaba Mohammed Ali.
En sus puños poderosos,en su cara de muchacho bonito, en sus bailoteos en el ring,se afirmaban las reivindicaciones de una época.
Ali peleaba contra el racismo y contra un sistema que se imponía a sangre y fuego sobre los pueblos( " estos vietnamitas no me han hecho nada, nada tienen que hacer los EEUU en el Sudeste asiático").
Por negarse al reclutamiento le robaron la Corona que había ganado rotundamente en el ring,como antes había peleado por su vida en las calles.
Le aseguraron que lo pondrían en una oficina, que no correría riesgo alguno y que incluso podría entrenar si aceptaba ser movilizado por el ejército y volvió a negarse.
Ali no quería que su reclutamiento fuera entendido como una aprobación implícita de la guerra sucia que EEUU peleaba en Viet Nam.
Lo acusaron de " traicion a la patria", lo maldijeron, lo escupieron y en el Sur de Lynch y el Ku Kux Klan quemaron sus imágenes en actos y asonadas racistas.
Pelé, el más grande futbolista de todos los tiempos, pero un " Tío Tom" del deporte, salió a criticar la conducta ética del boxeador.
Ali, por el contrario, nunca salió a criticar a su hermano de raza, siempre dispuesto a la voluntad del amo, ya fuera el gran capital o la dictadura militar entronizada en su país desde 1964( y no me digan que no se podía resistir, recuerden a Sócrates el gran jugador de la verde amarela).
Me despierto este sábado y Sylvia me dice:
- ""Se ha muerto Ali".
Desde  ese momento, me ha invadido la tristeza.
Sus puños golpeaban el rostro de la Norteamérica blanca como las capuchas de los que colgaban " extrañas frutas" en los árboles del Sur nazi racista.
Ali era un puño en alto en los rings que representaba la resistencia de los negros y de los pueblos que luchaban por su liberación.
El lo comprendió instintivamente, porque  no era un político, ni un filósofo o un militante social.
Fue apenas un boxeador, el más grande de todos, que lanzó sus cross más poderosos a la mandíbula del " astuto Norte".
Descansa en paz Ali, memoria eterna para tu coraje y tu grandeza.

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