Imelda Marcos, la mujer del dictador de Filipinas Ferdinando Marcos, tenía más de un millar de pares de zapatos.
Elena Ceausescu, la mujer del conductor Nicolae Ceasescu, así se autoproclamaba el dictador rojo de Rumanía, tenía cientos y cientos de pares de zapatos.
Mi abuelo Cassiano, un zapatero remendón del Brasil, tenía un solo par de zapatos para los domingos, y una vida entera de zapatillas.
En Auschwitz-Birkenau, infame campo de exterminio de los nazis, te quitaban sus zapatos al llegar y si estabas en la fila de los que sobrevivirían, un tiempo, te tiraban zapatos desde una trágica pila de calzado, de cualquier numero y a veces del mismo pie.
Dos parientas mías de avanzada edad, sufrieron la amputacion de un pie por temas circulatorios.
Una el pie derecho y la otra el pie izquierdo.
Esto motivaba un comentario de humor negro en las reuniones familiares: " qué lástima, si calzaran el mismo número podrían comprarse un solo zapato para las dos".
No exagero, ni hago literatura, este comentario se lo oí a un tío político,por primera vez, en el cumpleaños de 15 de mi hermana.
Y lo volví a oír cada vez que aparecían en fiestas y reuniones familiares.
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