Seni Labart: poetas del olvido (I) Seni Labart en 1978 ó 79. Foto atribuible a Stacey Wescott, Víctor Cunha o Ricardo Villasaez.
La figura de la poeta Seni Labart, Montevideo 1957, Cap d` Antibes, Francia, en 1998, esta siendo al fin recuperada. Visitemos su escenario urbano y su austera obra. Por: Elbio Rodríguez Barilari Seni Labart, pero también su pareja de tantos años, el escritor y fotógrafo Eduardo Lenga Avilo, se contaron entre esos caracteres hoy brumosos que frecuentaron la Cinemateca, los recitales de la Alianza Francesa y del Circular, las tenidas de trasnoche en El Sibarita, El Luzon, el Mincho, y luego El Lobizón, el IPA y la Facultad de Humanidades, entre otros reductos, para un día desvanecerse en un destino oscuro. A la memoria vienen los nombres de Daniel Barón, Maeve López, Ileana Felicio, Orestes Saldanha, el argentino Fabián Maresca, las gemelas Lujambio, Mecha y Fátima, practicantes de la danza moderna, y tantos otros, todos con alguna propensión artística. Seni Labart, con la recordada fotógrafa de Minnesota, Stacey Wescott, hicieron, a pedido de Nancy Bacelo, un montaje interdisciplinario para la Galería del Notariado. En la inauguración, el Darno y Sylvia Meyer dieron un pequeño recital conjunto. Quizás se puedan rastrear esos textos y fotos. Stacy vivió unos años en Chicago, pero un día emigró abruptamente, como tiene por costumbre, y le perdí el rastro por completo. El poeta Macunaíma, que lidera las labores de rescate en torno a Seni Labart, también evoca que el inefable gordo Gorostiaga, quien siempre ha rechazado la bisutería disfrazada de poesía, también decía que ella "no era enteramente de este mundo". "Tanto es así que Mario Aiello -agrega Macunaíma- poeta de Young, la bautizó como `El duende`, una noche de repentina inspiración en el ya desaparecido bar Jauja. Y así la llamamos desde entonces, por su diminuta y levísima humanidad que pasó por el Uruguay del infortunio casi sin dejar rastros". Por cierto, Seni Labart aún no había conocido a Lengo Ávila aquella noche en que, tras meses de pausada experimentación, una madrugada, creo que de viernes, y en el Luzon, Gustavo Ibarra finalmente dio con la receta inmortal, las papas paille revueltas con huevo y jamón. Tras la ceremonial y aprobatoria degustación final, Gustavo anunció: "ahora hay que ponerle nombre, así que a ver si se me inspiran". El Darno se puso a buscar esa inspiración en un manoseado volumen in ottavo de la poesía provenzal, comentando que lamentablemente ese nombre, provenzal, ya estaba ocupado por los famosos mejillones homónimos. Víctor Cunha se mesaba la barba pausadamente, en su gesto característico, eternizado en el óleo de Alamón, mientras repasaba mentalmente su lista de vocablos favoritos (digo yo). El Ácido, que contaba con una "compañera" preciosa (y, lamentablemente, pasajera) cuyo nombre no recuerdo pero sí la mirada tornasolada de unos ojos levemente violetas, propuso el adecuado nombre de Papas a la Ibarra. La modestia de Gustavo hizo que éste descartara ispofactamente la sugerencia. La Mujer Flaca y Amélie la Dulce hacían listas en una servilleta. Me jugaba la cabeza a que la mejor idea vendría de esas saludables fuentes de sentido común y sabiduría cotidiana en medio de tantos intelectos retorcidos. Recostada en el rincón contra la ventana y en esa cosa como absorta que la hacía como medio misteriosa, Seni de repente soltó: Gramajo. Ni por qué, ni cómo, ni de dónde había sacado eso que parecía un apellido. Y fue Gramajo, por unanimidad. Barrunto que si conociéramos mejor su historia quizás no estaríamos tan seguros de que el hipotético individuo apelado Gramajo haya dado razones fehacientes para este homenaje. De puro celoso, tal vez. Aunque hay otras teorías. En 1979 Seni se fue a vivir a Málaga, trabajando como guía turística ya que hablaba varios idiomas, el euskera, tan difícil, inglés, francés y un poco de italiano. Se sabe que desde fines de 1998 estaba radicada en Cap de Antibes, Francia, donde vivió sus últimos años. barilarius@yahoo.com |
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