Cuando uno llega al atardecer de su vida, en tanto sobrevive, comienza a volverse un escribidor de obituarios.
La crónica de esta muerte anunciada nos empujó hasta apostarlo todo a la última e imposible carta del milagro.
No lo hubo, y la Negra Sosa ¨agarró y se murió¨, como decía el Gran Juceca.
Se han ido su voz y su ética, su figura de encaje y de hierro, su amplísima sensibilidad que la hizo cantar con artistas tan diversos como León Gieco, el Gran García, Franco Battiato, Milton Nascimento, Raúl Ellwanger y mil más.
Se ha ido Mercedes, el mismo día del natalicio de la Violeta Parra, la primer punk de América Latina.
Pero la muerte es poca cosa.
Porque siempre estará cantando en el viento de América, la de los pies descalzos y barriguita chifladora, hasta que las puertas se abran.
Y aún después.
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