domingo, 5 de agosto de 2007
UNA EXTRAÑA TRISTEZA.
Las muertes recientes de Michangelo Antonini y Ingmar Bergman me invadieron de una extraña tristeza.
Pensé, egoistamente como todo superviviente, en las cosas que me ligaban a esos dos grandes maestros del cine mundial y la saudade por la pérdida de dos figuras en las que hacía mucho tiempo ni siquiera pensaba.
Discutimos mucho sus films, me acuerdo que una vez volviendo de ver ¨La hora del lobo¨, el gran bajista Pocho Macadar me decía: ¨no entendí un carajo, pero me importa un huevo, es una maravillosa obra de arte¨.
No creo tampoco haber entendido mucho en esa oportunidad, ni cuando vimos ¨Blow up¨.
Era un cine grande, magistral, que seguramente nos quedaba enorme a aquellos muchachos que fuimos.
El gran ¨proveedor¨de esos films singulares y conmovedores era don Juan Carlos Pose, Pololo, dueño del viejo cine Montevideo, en la calle Yí y Valparaíso.
¿Qué fue de él? Era un hombre especial, amante del buen cine y de la ética desde la visión de una cabeza progresista.
Lloro la muerte de Bergman y de Antonioni, a destiempo, también la de Pololo Pose.
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