A algunos de ellos, los he tenido en brazos o casi.
A otros los vengo queriendo de lejos, tanto mar, tanto cielo y tanta tierra que me separan de ellos.
Son los hijos de mis hermanos, que son padres de piojitos entrañables y en algún caso también abuelos.
Aquí están Tomás, Mateo, Almudena, Alvaro, Alejandra, entre otros puentes de porvenir y luz, porque sigue siendo cierto aquello de Daniel, ¨se precisan niños para amanecer¨.
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