martes, 7 de agosto de 2007

CHICHILA ESCRIBE SOBRE EL DARNO.



Chichila Irazabl escribió este emotivo artículo sobre Eduardo Darnauchans, antes de hacerlo tuvo la fineza de enviármelo.
Con compañeras así, estas desgracias se soportan mejor.
Chapeau.

Sueños de cúrcuma y ajonjolí

“conocerse claro está/ que necesita su tiempo/ con años que
albañilean /y años de derrumbamiento”

W. Benavides – E. Darnauchans


¿Cómo hablar sobre Eduardo Darnauchans?¿Como no hablar sobre Eduardo Darnauchans? Es el tipo de pregunta que Eduardo se hubiera hecho si hubiese tenido que hablar de un ser querido y entrañable, frente a la evidencia de su muerte. Su temida “señora otra” -y conste que temida y no amada- sobrevoló su cama y lo atrapó leyendo un cuento final de Borges -La memoria de Shakespeare- comenzada la madrugada del 7 de marzo. No voy a hablar de su obra poética ni de su música –no me compete-, voy a hablar de su delicada humanidad, de su frágil y breve vuelo por este mundo, con cuyo fin -y tomando prestadas también las palabras de H.P Lovecraft, como él mismo, refiriéndose a la pérdida de otro Eduardo (Vaz Ferreira)- “en el añoso mundo, murió un poco de belleza y juventud”. Voy a hablar de Eduardo y no de El Darno –ese alter ego trágico que se lo fue comiendo y no digo Darno (como lo llaman algunos amigos), porque él mismo se nombraba así y con la anteposición del artículo y creo que con esto establecía una clara alteridad entre su ser y el personaje-, voy a hablar de los años que albañilearon, en los que sí le cantó a la muerte, para exorcizarla y no para celebrarla, pero mucho más le cantó al amor y su reverso. Eduardo se preguntaba a menudo cuando lo tildaban de cantor oscuro o mortuorio _ ¿Cómo no se dan cuenta que le canto con tanta vida, que hay tanta vitalidad y energía en la forma de cantar?- demasiado sutil para las mayorías.
En él se conjugaban Eros y Thánatos, “como nodrizas furiosas”, voy a hablar de su relación con Eros –al fin y al cabo de esto trata esta revista-, para exorcizar mi pena y conmigo la de tantos, que en estos días han llamado y enviado correos electrónicos desde lejanos rincones del mundo, buscando consuelo mutuo, reconstruir momentos altos o rescatar una anécdota olvidada. Ahora que no está y somos libres de recordar la porción de vida que quisimos, sin la presencia insoslayable y dolorosa de sus últimos años.

Durante su niñez y adolescencia su padre, médico pediatra y librepensador, le decía que los placeres de la carne eran sanos y necesarios, en cambio los jesuitas del colegio al que asistió –y en el que supo ser monaguillo- predicaban en contra del pecado de Onán y exigían penitencia ante los extravíos del niño. Creo que ambas vivencias lo acompañaron toda su vida y se juntaron luego a otras más terribles, dando lugar a la dicotomía vida – muerte y todas sus variantes; no es casual que a largo de su vida dos personas -sin conocerse previamente entre sí- le hayan puesto similar mote, una “el sátiro monaguillo” - Cecilia, La Braier como le decía Eduardo- y la otra “el cartujo libidinoso”- quizás fuera María Vidal-. Durante la dictadura y en el medio del terror, uno de sus desvaríos fue irse de monje, pero quedó muy decepcionado -y abjuró de tal decisión- por una conversación con un cura de la iglesia del Prado -al que fue a pedir orientación-, pues el sacerdote se mostró contrario a la expresión sexual del amor en los que ejercen el ministerio de dios y en los laicos, que no hayan tenido previo pasaje por la iglesia. ¡Ah, Eduardo! ¡Faltan como 200 años más para que la iglesia acepte eso y un papa Juan Pablo X por lo menos, si nos cae otro Benedicto…. ni modo!
Delgado como fue casi siempre, Eduardo era un goloso y amaba comer; esto se mantuvo aún con los sentidos anestesiados por el alcohol y no bien estaba unos días sin bebida comenzaba a clamar por tortas de ricota o manzana, profiteroles de crema, flanes, ambrosía y dulces caseros -especialmente los que son usuales en su tierra de adopción, como los boniatos en almíbar o el dulce de zapallo. Su madre mientras vivió mandaba a hacer estas confituras en Tacuarembó y se las enviaba en un paquete por ómnibus. Su padre le enviaba tasajo, mazamorra de maíz -de un molino local y de impecable factura artesanal - y porotos negros; las comidas típicas del norte del país como el Feijón – hermana de la brasileña Feijoada -, la Mazamorra - guiso primo hermano del Locro- y el Ensopado lo devolvían a la vida y le calentaban el alma. Eduardo no sabía cocinar pero sustituía con ingenio, poesía y creatividad lo que ignoraba. Lo único que aprendió a hacer con dedicación, esmero y años de práctica, fue arroz al estilo brasilero, que le salía perfecto y a punto. Cierta vez esta escribidora estuvo enferma y la fiebre alta le impedía moverse de la cama, llegada la hora de comer Eduardo dijo “no te preocupes yo cocinaré esta vez para ti, Salchichas a la Champfratón”, quedé sumamente sorprendida y expectante, al rato apareció con una bandeja impecablemente servida de…¡panchos con arroz! cuando dejé la cama, un cartel adornaba mi cocina con la siguiente leyenda: “aquí se han cocinado Salchichas a la Champfratón”, firmado “El Fregacito de Oro” - premio que se otorgaba a sí mismo por lavar habitualmente los platos. El cartel quedó por años en la cocina y seguramente pereció en alguna mudanza.
Si bien nunca supo cocinar más que el arroz de marras, fuimos socios en un emprendimiento gastronómico –tengo documentos probatorios-, éramos los concesionarios de la cafetería de Cinemateca –en la calle Carnelli- allá por el 85 y 86, aunque claro está que la cara visible era la mía, pero supongo que no deben faltar parroquianos que recuerden que Eduardo les sirvió un café alguna vez. Pocos años antes se había quedado sin trabajo y habían sido prohibidas por la dictadura, sus presentaciones públicas en recitales, yo tenía por entonces otra empresita que proveía de tartas y empanadas a oficinas y a un par de locales gastronómicos en las galerías del centro, Eduardo –trabajaba codo a codo conmigo- hacía las compras, repartía tartas y empanadas y las horneaba con celo; llegó a tener innumerables marcas de quemaduras -producidas por la puerta del horno- en sus brazos y manos. Se mortificaba terriblemente cuando -por distracción- alguna quiche o empanada quedaba con un tostado mayor del deseado.
Por aquellos mismos años –desde el 81 y a partir del disco Zurcidor –se incorpora Bernardo Aguerre y junto a Carlos Da Silveira, pasan a ser sus músicos de cabecera y amigos –Carlitos, de Tacuarembó, amigo de toda la vida -; con ellos y con Víctor Cunha, Alicia Migdal y en ocasiones Ligia Almitrán, y otros, nos reuníamos a menudo a comer en la casa de alguno del grupo, después de ensayos -y de los recitales luego de restablecida la democracia-o con cualquier motivo. Allí tenían lugar charlas que comenzaban con música e iban tocando temas que gustaban a todos o eran la especialidad de alguno, pasábamos por política – y esto en dictadura significaba tener mucha confianza acerca de quién era quién-, cine, poesía, literatura e invariablemente terminábamos hablando de cocina e intercambiando recetas. La única del grupo que había hecho de la cocina su medio de vida era yo, pero tanto Víctor como Alicia y Carlos eran excelentes en los fogones y todos, cocineros o no, éramos amantes de los placeres de la buena mesa. Eduardo nos escuchaba hablar y se iba emocionando con el sonido las palabras que se desgranaban en la conversación, y que nombraban ingredientes o especias, entonces jugaba con ellas, buscando consonancias y aliteraciones, al tiempo que comentaba que le gustaría incluirlas en una canción. Finalmente se sacó el gusto y surgió la canción Flash, en la que unió las magdalenas -que para Eduardo eran las tangibles que comía, pero indisolubles de las de la iconografía gastronómica nacida bajo la frondosa memoria de Marcel Proust -junto a la cúrcuma y el ajonjolí, que lo remitían al mundo oriental de Las mil y una noches. Así atravesó Eros la comida y sus aromas en esos versos - “y cuando desdía y nocha el mundo/ tras tu perfil/ lloviznan tus manos magdalenas maravedís/ y entre los pechos/ de la noche maga/ sueños de cúrcuma y ajonjolí”- y todo, tal como era en Eduardo, visto a través de tamiz literario.

Cuando sus tíos venían de Tacuarembó, la comida alcanzaba un punto alto. Ya fuera porque Graciela - hada tutelar sempiterna - cocinaba algunas de las comidas del terruño que tanto le gustaban o porque le ponía un billete de los grandes en el bolsillo y le decía “llevá a comer a la flaca a algún lugar lindo”, mientras Raúl – su consorte- se hacía el distraído y miraba para otro lado, entonces tenían lugar los banquetes en Morini – que todavía entonces conservaba parte del viejo encanto-, en el que casi siempre Eduardo comía como principal, Capellettis a la Caruso o una Suprema a la Maryland y de postre quizás un Panqueque de manzana quemado al Rhum, aquel billete daba para más de una incursión y generalmente terminaba pagando la comida de la casa el resto del mes; eran tiempos de bolsillos flacos y gran avidez de placeres terrenales y bienes culturales; también pagaba seguro, alguna entrada de cine o algún libro.¿Habrá cines en los trigales de la Luna para ir a ver por enésima vez La Strada y emocionarse con el llanto del gigante Zampanó frente al mar o los versos del replicante Roy Batty en la secuencia final de Blade Runner? – a Borges te lo llevaste contigo- ¿habrá un Morini con aquel mozo viejísimo del peinado complicado? Espero que sí y que estés ahora mismo sentado frente a un suculento –eterno- plato de capellettis después de terminada la función.
Esta vez me tocó tristemente a mi ser tu humilde servidora y devolverte honores, aunque pequeños y torpes frente a tus delicadísimos Flash o La mujer flaca. Esta vez –yo la peor de todas- “oro en tus labios/ la mi pasión”.

1 comentario:

Mabel dijo...

Este texto pertenece a una ponencia realizada en el congreso de APLU (Asociación de Profesores de Literatura) el año 2007

Eduardo Darnauchans: un zurcidor de la vida, un poeta también de amor.
Silvia Sabaj.
Su mano zurce en el aire a la vida sin apuro
Esta ponencia es un avance de un proyecto mayor de investigación sobre la poesía de Eduardo Darnauchans (Montevideo, 15/11/1953- 7/3/2007).
Darnauchans es un artista poco difundido en nuestro medio. Vinculado al movimiento del “canto popular” desde la década del 70, se mantuvo alejado de los circuitos comerciales, por lo que ha sido considerado desde algunas miradas como un artista de élite. Tiene apenas publicado un libro que se titula Canciones (Banda Oriental, 1982) con textos propios y ajenos.
Sin embargo considero mi trabajo pertinente a la convocatoria del congreso, ya que la búsqueda en su discografía revela la existencia de un Darnauchans poeta que no se ha investigado. Mi propósito es una aproximación a su poesía, ya que la calidad de su producción lo muestra como un poeta comprometido, con hallazgos realmente originales, y metáforas de alto valor poético. Además intentaré develar sobre todo, al Darnauchans poeta de amor, que contrasta con el personaje oscuro y depresivo que él mismo creó.

1. El Uruguay previo a los 80 o de la importancia del Canto Popular como factor de resistencia a la dictadura.
No voy a extenderme en el período histórico de los años de dictadura. Pero sí recordar que hubo toda una generación que fue cercenada por el exilio y la cárcel. Darnauchans crece artísticamente en ese momento. Decía Graciela Mántaras en 1988: “Los de acá sufrieron una forma de destierro interna muy agobiante, muy angustiosamente padecida; para ella hubimos de inventar un neologismo de grafía aún indecisa: insilio o inxilio” (16). En ese inxilio que fue penoso también por el silencio que se nos quiso imponer, creció la generación de la resistencia. Viglietti, desde su exilio, planteaba en 1983:
Allá, en el corazón del país, otros sonidos nacen de la boca y mano de los jóvenes. La creación continúa. Y en el pueblo crece la tercera oreja, la que descifra entrelíneas, entrecuerdas. La que capta lo no manifiesto de ese arte sin autocensura. (...) No pudiendo repetir aquella música de libertad, los jóvenes descubren la libertad de su nueva música. Otros estilos, otras imágenes, otros vuelos, otros pájaros. El Canto Popular Uruguayo como se le llama (...) a esta amplia y valiosa corriente (24). Cabe resaltar entonces, el valor que tuvo el movimiento del Canto Popular Uruguayo como factor de resistencia a la dictadura. “Este movimiento presenta una grande y doble importancia: tuvo un alto nivel creativo en lo musical y en lo poético y una enorme repercusión en lo social, al punto que sus recitales terminaron convirtiéndose en inesperados actos populares de oposición a la dictadura” (Mántaras, 77).

1.1 El valor textual del Canto Popular Uruguayo.
Más allá del valor social que tuvo este fenómeno, lo que importa para este trabajo es – como dice Benavides- la cuestión textual en el Canto Popular Uruguayo: La nueva canción en castellano (...) reconoce como elementos nutricios en sus canciones a 1º) la música folk anglosajona (Joan Báez, Bob Dylan); 2º) la canción de texto latinoamericana (Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti) 3º) la canción de texto francesa con George Brassens, Leo Ferré, Jean Ferrat y otros (16).
Esto lleva a los cantautores de esta época a procurar un alto nivel literario. María Figueredo en su tesis de doctorado, plantea que hay una re-actualización de la tradición de poemas cantados con alusión histórico-político:
Lo novedoso a partir de los sesenta y especialmente en los setenta, es el valor estético atribuido a la manifestación de musicalizaciones. Además de su peso como parte del diálogo social, se llegaron a valorar los esfuerzos de relacionar la poesía y la música popular como una manera de avanzar en la expresión cultural del país (13).
En esta búsqueda por acrecentar el valor poético de los textos de canciones, el propio Darnauchans planteaba:
Detesto lo obvio, es un insulto al que escucha, y la oscuridad insondable sin asidero de ningún tipo, me es igualmente antipática. El dinámico sugerir, mostrando una parte claramente y desdibujando otras, pero dando las claves para que se pueda recomponer el todo inicial, siempre me ha parecido más útil, tanto para quien lo hace como para quien lo recibe (Citado por Benavides, 18).
Existe así una preocupación por el poder sugeridor que debe tener el texto poético, que Darnauchans comparte con muchos de su generación. Fue un período donde los cantores musicalizaban textos de poetas reconocidos (Machado, Lorca, Hernández, Vallejo o Líber Falco) y donde poetas como Idea Vilariño o Circe Maia por ejemplo, escribían textos especialmente para ser cantados. El rigor, el fundamento y la calidad poética del Canto Popular Uruguayo es difícil de encontrar en otros movimientos populares. Benavides define
claramente el valor de la poesía de este período:
La poesía, como poesía o como texto de canción, como poesía de libro o como poesía de partitura, ha renovado la música popular contemporánea; ha modificado hasta la forma de oír una canción. Ha contribuido a romper la alienación del divismo y del producto de una sociedad consumista. Nos ha hecho “parar la oreja” y “avisar” (como Lazarillo) ante la canción que escuchamos, con el corazón y el oído atentos (19).

1.2 Ubicación de E. Darnauchans. El “Grupo de Tacuarembó”.
Aunque nació en Montevideo, Darnauchans vivió desde muy pequeño en el departamento de Tacuarembó donde su padre ejercía la medicina. Allí forma parte de ese fenómeno cultural excepcionalmente fecundo que se da en la década del 70, en torno a la figura del profesor Washington Benavides. Es este un grupo fermental, de intercambio, de crecimiento intelectual, de creación artística, cuyos integrantes tendrán un lugar relevante en
el ambiente artístico y cultural uruguayo, e incluso fuera de Uruguay.
Graciela Mántaras refiriéndose a la poesía de Víctor Cunha nos habla de ese grupo:
Dentro del movimiento, Cunha integra lo que se dio en llamar “Grupo de Tacuarembó” , puesto que muchos músicos, cantantes, poetas y cantautores procedentes de este departamento en el centro del país, mantuvieron estrechos lazos de amistad y trabajaron en común. Parte de este grupo son: Washington y Carlos Benavídez, Walter Ortiz y Ayala, Eduardo Milán, Eduardo Darnauchans, Agamenón Castrillón, José Carlos Seoane (77).
Por su parte, Elbio Rodríguez Barilari, no tacuaremboense pero amigo de muchos de ellos, hace un relato más telúrico:
Unos meses después, esa barra me llevó de peregrinación a conocer Tacuarembó y al Bocha en su reino intelectual. Y de campamento a San Gregorio de Polanco, donde había nacido la famosa balada. Recuerdo largas discusiones, con mate y bizcochos, sobre Ezra Pound, Dylan Thomas, la poesía concreta; el Bocha fue un maestro onda Atenas, mismo. (...) Recuerdo las polémicas sobre la tapa del disco del Darno, (...) como si de ello dependiera el futuro del Universo. Canción de Muchacho fue un acontecimiento para todos nosotros, como la muestra de que sí, de que era posible, teníamos entre diecisiete y diecinueve años, y uno de los nuestros estaba grabando (Citado en Peláez, 275).

El propio Barilari hace una semblanza del Darnauchans de esa época:
[Era un ] Joven fanático de literaturas medievales y renacentistas, que descubrió todo un mundo juglaresco en los discos de Dina Roth, y que dio el salto a la trova contemporánea siguiendo la pista de Bob Dylan, de Donovan Leicht, del francés Antoine, nombres que permanentemente reivindica. (...) En 1977 es uno de los
detonadores de ese renacimiento de nuestra canción popular. Desde el Ciclo de Música Popular de la Alianza Francesa, (...) Darnauchans obtiene un éxito impensado. (...)
Poco después comienzan sus problemas con la censura (1984, 9).
Darnauchans que fue silenciado por la dictadura entre 1979 y 1984, aparece como una voz original que conjuga en sí, la trovadoresca medieval, el folk tradicional escocés, galés o irlandés, la tropicalia brasileña y la milonga, y sus numerosas lecturas que van desde los clásicos hasta los beatnick, y la poesía concreta.
Desde su inicio se mantuvo fiel tanto a la influencia de los grandes baladistas del rock, como Dylan o Cohen, como abierto a las milongas de tierra adentro. Pero también su emisión y modulación vocales siempre conservan rasgos renacentistas (Eduardo Roland, Posdata 15/1/99).
Con esta maleta cultural ya en Montevideo, Darnauchans se inserta en el movimiento musical, en momentos que se estaba dando lo que se llamó el primer movimiento del rock en Uruguay.
Participará como un soporte importante de este movimiento desde su condición de baladista, pero de hecho también es aceptado y asumido como propio por parte del movimiento folclorista (Peláez, 274).
2. La obra poética de E. Darnauchans. Diversas líneas temáticas.
De acuerdo a lo planteado anteriormente no estableceré diferencia entre poema y letra de canción, ya que al analizar las canciones de Darnauchans veo que se produce una tensión tal entre los distintos niveles de sentido, que constituyen para mí verdaderos textos poéticos que alcanzan instantes de gran intensidad. Tomo la palabra texto, en el sentido que le da Segre, por su etimología del latín textus, ‘tejido’, urdimbre, “una metáfora en la cual las palabras que constituyen una obra son vistas, dada la realización que las une como un tejido” (36).
Cada texto analizado es, como plantea Cohen, un “sistema de relaciones trabadas”, una red de relaciones entre la forma de la expresión y del contenido (28). Y en ese entramado, Darnauchans crea metáforas verdaderamente insólitas, surrealistas a veces, crea neologismos, tensa aliteraciones insertas en un lenguaje sencillo y en formas populares.
Son varias las líneas temáticas que atraviesan su obra poética, y es imposible abarcarlas todas aquí. Aparecen los tópicos tradicionales como el amor, la muerte, el tiempo, la función y la esencia del poeta. Se presentan símbolos recurrentes como el espejo o los ferrocarriles. Es cierto que Darnauchans tuvo un aura de poeta suicida, y que la muerte estuvo presente en su obra. Él mismo lo aclara en un reportaje de 1985 en la revista Nueva Viola:
Mi vida, incluso antes de nacer gira en torno a la muerte... la muerte es el gran tema para mí, yo no puedo escapar, estoy atrapado en eso. Y la manera de escapar es tratarlo musicalmente. (...) Y no es un “viva la muerte”, no. Es justamente la contraposición de la muerte con la opción por la vida y además triunfa la vida, porque la música es vida. (...) [La muerte] es uno de los temas, porque queda bien claro que no es el único sobre los que escribo y canto y pienso (28).
Es por eso que yo intentaré rescatar aquí, los poemas que tienen como tema la vida y el amor porque considero que tienen un valor esencial en su obra; me dedicaré a aquellos que recuperan la infancia y a sus poemas de amor: el de pareja y también el social, ese amor hacia los desposeídos (denuncia social) que incluyo en la serie “Los Desconsolados”.
Trabajaré a modo de ejemplo sólo con algunos poemas, con el convencimiento de que queda un vasto y riquísimo material por donde seguir investigando.

2.1 “La saga de Minas de Corrales”.

Yo vengo de donde
vendrá mi canción
(...)
Yo soy lo que canto
y adiós que me voy

Este subtítulo está tomado de los comentarios que Víctor Cunha realiza en el disco Nieblas y neblinas. Incluyo aquí un grupo de textos de “recuperación del tiempo ido, donde la infancia, la familia, los personajes, son revisitados con un toque de pena” (1985).
En el poema “Nieblas y neblinas” aparece el recuerdo esfumado de la infancia, un pueblo del norte que puede ser Curtina o Minas de Corrales...

Era un pueblo era una especie
de lugar en el camino
algún sitio entre las piedras
con aires de pasadizo.
Pasadizo mágico de la poesía que lo traslada oníricamente en el tiempo:
Iba aquel que ya no soy
entre nieblas y neblinas
por un carro en lo temprano
y un estruendo de gallinas.
Era un pueblo era un lugar
de autobuses fallecidos
donde había la pureza
implacable del olvido

Encuentro aquí como planteaba Ricoeur “el secreto de la metáfora por el lado de uniones sintagmáticas insólitas” (273), que logran en la maravilla de lo poético, la reproducción de un paisaje desolado, que es Minas de Corrales, pero que podría ser cualquier pueblo del mundo, perdido en esa “pureza implacable del olvido”.
En el texto “Resumen” (del disco Zurcidor) aparece invocado su propio nacimiento:
Salí de mi Alicia
y Alicias hallé
una me esperaba
y otra por nacer
Aunque es una alusión a su madre y a su hermana menor, existen en la poesía de Darnauchans, como en el maravilloso mundo de Carrol, Alicias que pueblan su infancia aún antes de nacer, y que marcarán definitivamente su vida. El padre también aparece en el poema “Resumen”, allí dice:
un padre mi Pedro
me puso a vivir
un Pedro mi Eduardo
que tuve y perdí.
Nótese a nivel fónico el juego paronomástico que forja lo poético. Y a nivel semántico el valor simbólico del nombre Pedro, y de la figura del padre asociada al principio masculino que corresponde a lo consciente según Cirlot (347), cuando dice “me puso a vivir” por contraposición al sentido maternal del inconsciente: “Salí de mi Alicia”.
Es sobre todo en “Pago” (también de Zurcidor) donde su padre Pedro Darnauchans, queda inmortalizado. Es un bellísimo texto donde aparece evocado el médico de campaña, el padre que consuela de los miedos nocturnos, el “aparcero de extrañas pesquerías”, otra vez la infancia en Minas de Corrales. “Pago”, es un texto en prosa de un alto contenido poético logrado además por la musicalidad que le dan sucesivas repeticiones que golpetean en un final exasperado: “sinfónica sirena timbales de un corazón y los timbres teléfonos despertadores”

2.2 Reivindicación del amor.

A partir de aquí me dedicaré a descubrir la poesía de amor de Eduardo Darnauchans. Como plantea el título de esta ponencia, para mí, Darnauchans es un zurcidor de la vida, y también un poeta de amor.
El verbo zurcir significa reparar, remendar, recomponer, y eso es lo que intenta el poeta desde su
compromiso con la vida. Porque fue un comprometido con la vida. Quizás fue autodestructivo con la
suya. Sin embargo, un yo lírico movido por el amor a sus semejantes más desposeídos, se vuelca en toda una vertiente de su poesía que exalta el amor al ser humano, que lucha desde la literatura y la canción por reparar la injusticia social.

2.2.1 Los Desconsolados.

Son los desconsolados
son los descarrilados
los desamados del amor.

En esta vertiente es importante entonces, la presencia de ciertos personajes típicos del paisaje urbano, de esa población fantasmagórica que puebla las noches, vagando deshabitada de todo consuelo. Para ellos Darnauchans escribe poesía de amor. Un amor de compromiso social con los despojados de la vida.
Hay dos textos que se titulan específicamente “Como los desconsolados” (Zurcidor) y “Desconsolados 2” (El trigo de la luna). Pero hay otros muchísimos desconsolados que se pasean por su poesía. Como dice el DRAE, “Desconsolado” es aquel que carece de consuelo; o el que en su aspecto y en sus reflexiones muestra un carácter melancólico, triste y afligido. Así los personajes de Darnauchans, son desconsolados de la vida, seres a quienes “ya no les queda cielo” despreciados, apartados, rechazados por la sociedad que los margina. En su poesía, Darnauchans los rescata, les da un lugar.
En “Como los desconsolados” los describe:

Se detienen en las plazas
como esperando la noche
con los ojos fugitivos
y las sienes en desorden.
Un viento como una duda
les despeina el pensamiento
se confunden con la tarde
y ya no les queda cielo.

Imaginemos esos “ojos fugitivos” huyendo hacia todos lados. Un poco locos con sus “sienes en
desorden”. La extraña comparación “Un viento como una duda” se corresponde con la metáfora del
verso siguiente “les despeina el pensamiento”. A pesar de la extrañeza, las isotopías los van
conformando:
Son los desconsolados
son los descarrilados
los desamados del amor.
378
Habitantes del olvido
pasajeros de la nada
pobladores del silencio
entristecido de las casas.
Son los desestimados,
los desinteresados
los designados al dolor.

Ellos son los dueños de todos los “des”, ese prefijo que “denota negación”, que “indica privación”
(DRAE).
En “Desconsolados 2”, el dolor se hará más hondo:
Para los que se sueñan sin ninguna sonrisa (...)
para los propietarios de botellas vacías
para los que además/ de aguarrás/ bebieron horizontes de espanto/ y luz de desván.

Las combinaciones insólitas impactan en metáforas que sugieren horror y tenebrosidad. Luego,
progresivamente, en una sucesión de metonimias se alude a la destrucción y la muerte:

Al abuelo de copa
y al abuelo de bala
y al hermano cristal
en que sueño
como un despertar
en San Jamás.

Y al fin los desconsolados con nombre propio: “Por el Duque Penurias y Madame de la Mugre”, construcciones oximorónicas, cargadas de triste ironía, para identificar a “los que siempre estarán/ más acá/ de todo lo que brilla en la ciudad”. Cabe destacar la posición en la que se ubica el yo lírico, ese “más acá”, es decir junto a los desconsolados. No los observa desde afuera, los abraza a su causa, los hermana, él: un desconsolado más.
Como dije antes, hay varios otros desconsolados que nos convocan desde su poesía. Hay en el
poeta una intención de resarcirlos, de darles un lugar en el arte que se les mezquina en la vida. Por eso
en “Desconsolados 2” aparece la anáfora “Para...” esa dedicatoria insistente, ese ofrecimiento continuo
de su canto.
En el poema “Prosa” (El trigo de la luna) surgen distintos desconsolados con sus miserias, de quienes el poeta reconoce haber aprendido. Numerosos verbos: aprendí, me enseñó, .... pautan una vez más, el compromiso social de la poesía de Darnauchans:

Entre los labios levemente lila
de aquella muchacha desolada
aprendí la canción del desamparo.
En la oreja azul del bichicome
escuché el murmullo lastimado
de la canción del último abandono. (...)
Una mujer colgada de la nada
una blanca terrible trapecista
me enseñó las canciones del peligro. (...)
Aprendí, aprenderé voy aprendiendo
me debo la canción de la sonrisa
y me deben pentagramas de esperanza.

2.2.2 La poesía de amor.

Recuérdame mi mejor vez
recuérdame
la espina no, la flor
la flor, si es que hubo flor

Es en la temática amorosa donde a mi juicio, Eduardo Darnauchans logra sus mejores momentos poéticos. A veces el amor desgarrado de un yo lírico desolado, y otras muchas un amor pleno y feliz. Ejemplo de lo primero es “Memorias de Cecilia” (de Sansueña), poema que tiene cierta reminiscencia becqueriana en esa oposición que se establece entre la atormentada oscuridad del yo lírico y la alegre claridad de la amada:

Tuyo es el canto y el árbol, la flor
y el amor.
Mía es la ciénaga, el páramo,
el risco, el dolor
así el amor.

Como vemos, todos los elementos que se asocian a la amada connotan alegría, vitalidad, belleza. Lo inhóspito y lo doloroso es lo que se asocia al yo. Un final desgarrado tiene este poema que se cierra con el llanto de la amada y el hondo lamento del yo lírico:

A filo y piedra herí
el claror del agua
de tus ojos claros
Cecilia
Cecilia
Ay de mí.
Otro poema de amor desolado es “Balada para una mujer flaca” (de Zurcidor), para mí, uno de los textos más logrados de Darnauchans. En el comienzo, aparece el yo lírico vagando por las calles, desamparado:

El sol que sale y sin embargo el frío
y por los mundos te busco en vano
entre adoquines de espanto
y casas cansadas
y puertas olvidadas de su voz.
Mis pasos suenan en el alba muda
y no hay conejos en tu balcón
y la soledad gata mía en el umbral
de una catedral de sueños.

Sólo estas dos estrofas bastarían desde mi punto de vista, para justificar a Darnauchans como un excelente poeta. Notemos la desolación del yo lírico pautada por el frío a pesar del sol; la proyección hacia un abismo interior en esa búsqueda vana por “los mundos”; las imágenes insólitas pero tan sugeridoras del miedo, la soledad, el fracaso, como “adoquines de espanto”; la aliteración en “casas cansadas” que refuerza a nivel sonoro, como quejas o suspiros, el sentimiento de angustia y soledad.
En la segunda estrofa, ese amanecer silencioso, el “alba muda”, se convierte en testigo del peregrinar del yo lírico hasta la casa de la amada, pero allí ya no hay conejos en el balcón, metáfora que sugiere la pérdida de la magia que implicaba el amor. Y al fin la soledad metaforizada en esa “gata mía en el umbral/ de una catedral de sueños”, esa soledad ronroneante, sigilosa, que no puede traspasar el umbral, que lo deja ya sin posibilidad de proyectos y ‘sueños’ compartidos. Imágenes que sorprenden y movilizan a lo largo de todo el poema. Alta poesía donde se asume la responsabilidad del deterioro del amor:

Como quisiera escribir una canción
que me volviera otro
o yo mismo tres años mejor
mujer flaca

El trigo de la luna es uno de los discos que contiene más textos propios de Darnauchans y donde el amor atraviesa la poesía. En “Balada en si bemol” el amor sana, ilumina, crea un espacio para la vida:

Tocó tu mano el lento vuelo
que venía por mi sien
y un soplo de luciérnagas me vistió con tu desnudez
yo sé en tu pecho cierta luna desdoblada
supe un ámbito de no morir.
(...)
De aquel silencio hasta el profundo
liso de tu espalda, caminé
por lo que soy

En esta misma línea, de amor pleno y vital, quiero destacar un texto único como es “Flash” (El trigo de la luna). Como sugiere su título, el poema se ilumina creando imágenes instantáneas que recrean situaciones de regocijo, cotidianas memorables dignas de una fotografía, por la armonía, la alegría y el amor que reflejan. Allí se deleita en una evocación de sensaciones, exquisita, digna del Simbolismo. Muestra complicidad, luego magia y hasta devoción amorosa.
Luego de describir a la amada en la estrofa 1, evoca:


Poso en tu extrañado regocijo
al compartir
las cartas de amor de Maiacovski
a Lili Brik
dame un bandido
beso bolchevique
dame tu pena en Vallejo después.

Amor, literatura y compromiso político se entretejen con armonía en este poema como en la vida misma. Notemos la aliteración de los sonidos /b/ y /d/ tensando entre el nivel sonoro y el semántico la idea del beso. La anáfora del imperativo “dame” que marca el requerimiento del yo lírico del disfrute compartido con la amada. Más adelante a través de neologismos y metáforas seductoras construye un ambiente onírico, cargado de magia y pleno de sensaciones:

Y cuando desdía y nocha el mundo
tras tu perfil
lloviznan tus manos
magdalenas maravedís
y entre los pechos
de la noche maga
sueños de cúrcuma
y ajonjolí.

Quiero destacar la musicalidad dada por las aliteraciones, el clima exótico impregnado de sensaciones
olfativas; cierta reminiscencia proustiana en las magdalenas; y siempre el aire renacentista dado en los
maravedís, y también en el final del poema donde el amor se transforma en una experiencia religiosa: “oro (rezo) en tus labios/ la mi pasión”. “Flash” es, desde mi punto de vista uno de los más extraordinarios poemas de amor, quizás por todas las connotaciones que evoca en mí misma. A cada uno, le evocará otras cosas, y de eso se trata. Cuando U. Eco en La Estructura Ausente, habla de ‘significados segundos’; y plantea que “la connotación es el conjunto de todas las unidades culturales que una definición intencional del significante puede poner en juego y evocar en la mente del destinatario” (101), reconozco entonces el alto valor poético de los textos de Darnauchans. Y desde estas teorías, se aprecia el carácter ambiguo que encierran sus metáforas, que ofrecen como dice Lotman, “la pluralidad de posibles lecturas del texto artístico” (36).

3. Conclusión.

En los más de diez discos de Darnauchans, hay muchos poemas de amor para seguir analizando. Pero quiero cerrar este trabajo con un poema que considero emblemático: “Tristezas del zurcidor” (Zurcidor), que Darnauchans comparte la autoría con Víctor Cunha. La ambigüedad ya aparece en el título, metáfora que resulta fundamental, ya que no se explica en el texto: ¿Quién es el zurcidor? ¿Y por qué sus tristezas? A través de un desplazamiento metonímico podemos relacionar al zurcidor con ese violinista callejero sugerido en: “El
sombrero dado vuelta/ boca arriba sobre el sordo suelo, sin dejar de zumbar/ por el fino arco roto y suelto/ en zigzag”. El movimiento del brazo al pasar el arco sobre las cuerdas del violín, es el mismo que el de un zurcidor con su aguja.
El poema termina así:

Violín que mundo vuela ahí
y como si pudiera
su mano zurce en el aire a la vida
sin apuro.
Algo de un baile que en vano la tarde
intenta acallar

La metáfora final tiene, desde mi interpretación, una connotación esperanzadora: el violín, que representa el arte, vuela mundos, se eleva, y la mano ‘zurce’, recompone, junta los pedazos de la vida, y eso tiene “algo de un baile”, de rito rítmico, de regocijo, de alegría que no se puede acallar. Y eso es la poesía. Las tristezas de este violinista, de este mago componedor que es para mí el propio Darnauchans, están en las adversidades de la vida misma, y su salvación en el arte. Arte que como acabamos de ver, nos moviliza, nos impacta, nos reconstruye; y que como textus poético nos entreteje a su vez, en tanto lectores, a su propia trama.

BIBLIOGRAFÍA
Fuente bibliográfica:
Darnauchans, Eduardo. Canciones. Montevideo, Banda Oriental, 1982.
Fuentes discográficas:
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___ Nieblas y neblinas. Montevideo, Orfeo, 1985.
___ El trigo de la luna. Montevideo, Orfeo, 1989.
387
___ Sin perder el tiempo. Montevideo, Sondor, 1991.
___ Entre el micrófono y la penumbra. Montevideo, Ayuí, 2001.
___ Raras & casuales (1972-1992). Montevideo, Ayuí, 2002.
___ El ángel azul. Montevideo, Ayuí, 2005.
Bibliografía general
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Peláez, Fernando. De las cuevas al Solís.1960-1975 Cronología del rock en el Uruguay. Tomo 2. Montevideo, El perro andaluz, 2004.
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