Estábamos en la calle Orinoco, viendo una película pedorra, que se llamaba ¨Fénix¨, en un televisor blanco y negro de 14 pulgadas que nos habían prestado mis suegros. Llevábamos poco más de un año en ese apartamento-casa, en el que, Sylvia y yo, compartiríamos tantos buenos momentos de la etapa inicial de nuestra vida juntos.
Recuerdo el cuarto donde pusimos la biblioteca principal, los discos, de vinilo entonces, el equipo de audio, donde festejamos cumpleaños, el embarazo de Sylvia y posteriormente, el alumbramiento de Natalia Cecilia.
En esa misma habitación, conversamos muchas noches con el Darno y Chichila sobre la injusta y kafkiana prohibición que le impuso la dictadura al cantor.
El 14 de noviembre de 1982 nació Natalia.
Un mes después votaríamos en blanco para darle una cachetada más a la dictadura militar, que a veces parecía que se tambaleaba, otras sacaba a relucir toda su fiereza y parecería que se eternizaba en el poder.
Por aquellos días, en los que muchas veces el miedo nos acechaba, también sentíamos que nada podría trampearnos la alegría de ser padres por primera vez.
Por aquellos días, en los que muchas veces el miedo nos acechaba, también sentíamos que nada podría trampearnos la alegría de ser padres por primera vez.
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