Jorge Bosch, hermano de Daniel, anuncia que las cenizas del flaco irán a La Pedrera en la casa que guardó en la caja china de su vida.
Esto tiene que ver con sus huesitos, sus trajes, sus lentes, sus papeles y sus cigarrillos.
Por lo demás, el flaco sigue con nosotros en la vida.
O, mejor aún, como dice Bernabé ¨cada uno de nosotros tiene un pedacito de Bosch¨que lo devuelve a la vida.
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Como siempre El Bosch se mete en mi vida, como perico por su casa. Entra sin llamar, pero disculpándose: ¨Disculpame, mi viejo, sé que a esta hora estarás descansando, pero bueno necesito hablar contigo.
No quiero molestarte en tu casa, pero resulta que dicen que me agarré y me morí, pero yo digo que no es cierto.¿ Cómo me voy a morir?
No tuve tiempo de vivir, así que menos tengo tiempo de morirme. Es real, aunque los médicos de Casa de Galicia hayan dado por liquidado el asunto, te digo que es real: no puedo morirme. Aunque a veces esté cansado, con ganas de perderme entre la gente, de cremar mis pobres huesos y dejarme llevar por el viento de La Pedrera¨.
Ayy, ya sé que no podés morirte, bo Bosch, rompebolas, tenaza, obsesivo, tu batallador de primera línea, extraño pájaro con forma humana. ¿ Qué te vas a morir? Ni en joda, que hay mucho por hacer, no hay tiempo, ni siquiera para tomar un café, para hablar de Lao Tsé y de un materialismo dialéctico, menos parroquial. No hay tiempo. No hay tiempo. Ni siquiera para morirse en paz.
No hay tiempo.
¨Es real¨, dice el Flaco Bosch y me deja esta mochila de su blog.
Así sea, una vez me has ganado con tu insistencia.
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