LA JUSTICIA FALLÓ: GREGORIO ALVAREZ A LA CÁRCEL, POR DESAPARICIÓN FORZADA DE PERSONAS. LOS CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD NO PRESCRIBEN.
El Gral. (R) Gregorio Alvarez Armeghino el domingo regó las plantas en su casa de Parque Batlle, un maravilloso espacio verde de Montevideo que lleva el nombre del Presidente José Batlle y Ordoñez, una de las figuras claves del Uruguay de principios del Siglo XX , figura consular del Partido Colorado y fundador de una corriente de opinión dentro de esa colectividad política, autodefinida como socialdemócrata, que conocemos como Batllismo.
Don José Batlle y Ordoñez, o don Pepe como le conocemos todos los orientales, abrió las puertas mentales de aquel país, pos colonial, provinciano y pacato, introduciendo reformas fundamentales en el ámbito social y político.
Para quienes somos orientales, aún desde la discrepancia en muchos aspectos con el Batllismo, reconocemos su aporte al progreso social y a la atmósfera distintiva del país, democrática y liberal, que lo convirtieron en una Suiza de América y llenaron de orgullo a nuestros padres y abuelos que se ufanaban en decir ¨como el Uruguay, no hay¨.
La crisis general del sistema capitalista trajo vientos contrarios sobre la tacita de plata, del viejo Uruguay, que se despertó un día de la siesta, con un despertador de violencia desatada, atentados, guerrilla urbana, bombas y estrépito de las luchas sociales. Llegó el hambre para vastos sectores, la exclusión social y el ninguneo, la corrupción y el desavalijamiento del estado, desde el poder, mientras crecía nuestra dependencia a los centros del poder internacional.
El sueño liberal de Don Pepe se hizo añicos, no su legado espiritual.
Aquel hombre de levita corriendo tras los niños que azotaban con hondas a los pajaritos, aquel hombre de la prensa que lamentó la muerte de Lenin y abrió las porteras de su partido a los anarquistas de Domingo Arena, es la paradoja de esta historia. El dictadorzuelo, Alvarez Armeghino vivía en el Parque Batlle.
No hay, no puede haber mayor abismo entre estos dos hombres, uno fundador de las mejores cosas del Uruguay moderno el otro, desaparecedor de esas mismas cosas.
Uno vive en el verde del parque, en el porvenir de muchos que piensan distinto que él, pero que le respetan como el blasón familiar, como si nos hubiera legado un título nobiliario, sin nobleza.
Don Pepe sigue vivo en nuestras propias visiones del Uruguay del porvenir.
El otro, el dictador prepotente, el pequeño jupíter que se creía impune sempiterno, ya fue.
Hoy, la justicia habló claro y alto.
A la cárcel, por desaparición forzoza de personas, delito de lesa humanidad que no prescribe.
A la cárcel, sin más retrasos, ni artimañas.
Apenas ayer, Gregorio Alvarez Armeghino regaba las plantas o anotaba las chapas de los autos de los periodistas apostados frente a su casa, debido a la inminencia del fallo de la justicia.
La banalidad del mal.
(quiero mencionar en este instante, que no es de venganza, ni de revancha, a Wilson Ferreira Aldunate al que el ex-dictador condecoró para siempre considerándolo un enemigo irreconciliable.
Wilson, que ya nos recordó que le Uruguay era demasiado grande para que pudiera con él un personaje tan poquita cosa como un dictadorzuelo de poca monta como éste).
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