martes, 28 de agosto de 2007

TU QUERIDA PRESENCIA II



Oscar Lebel, militar y hombre de honor, fue un resistente a la dictadura desde el primer día.
Las dictaduras hacen que, los que la ejecutan y quienes las padecen sientan que las mismas nacen con un halo de eternidad.
Felizmente, para los hombres y mujeres comunes hay ejemplos como los de Lebel que nos hacen juntar coraje para maldecirlas como mal paridas, desde el mismo momento en que están naciendo.


Mi amigo, el General


Por Oscar Lebel (*)
Hace tres años murió el General Seregni. Muchas cosas han cambiado en el Uruguay: el Frente Amplio gobierna a nivel nacional y en ocho intendencias municipales. En los debates nacionales y de la izquierda, sus ideas, su valentía política e intelectual siempre están presentes.


Lo necesitamos en los tiempos fundacionales, en la larga noche de la dictadura y en la grandeza de sus gestos en la reconquista democrática. Está con nosotros en esta hora de cambio. Redacción de Bitácora.

No era tan más viejo que yo. Porque poca es la diferencia entre sus 87 y mis 79 años. Incluso teníamos jerarquías militares equivalentes. Pero nunca se me ocurrió llamarlo Seregni a secas. Porque como dice Blanca Rodríguez en su libro sobre el epistolario del General Líber Seregni desde la cárcel, ''Para los uruguayos todos, cuando se habla del ''General'', no hay lugar a equívocos. Sólo hay un General con mayúscula, y se llama Seregni''.

Un día le conté al General Seregni una anécdota sobre otro General con mayúscula: De Gaulle. Habían habido elecciones en Francia y al despacho de De Gaulle había ido un ujier que temblando de emoción musitó, ! Mon Dieu, ganamos!. De Gaulle lo miró paternalmente y dijo: ''Diga Mon General, nomás''.

A partir de ahí, cada vez que ingresaba al Centro de Estudios Estratégicos 1815, saludaba a su fundador y conductor con un, Mon Dieu. bon soir. El General, con esa sonrisa tan suya, jugaba a la picardía y contestaba invariablemente, ''Diga Mon General, nomás''.

Al General Líber Seregni lo conocí hace casi 40 años, en circunstancias muy especiales. Había terminado mi período como comandante del petrolero ''Presidente Oribe'', y mi nuevo destino era el de Jefe del Centro de Instrucción de la Marina, una de las pocas unidades de tierra de la armada. Estábamos a fines de la década de los 60 y el gobierno era colegiado. Invitado, concurrí a la casa del coronel aviador en retiro Alberto García, amigo del General Gestido y piloto preferido de Luis Batlle. Estaban allí dos personas, que me fueron presentadas como el General Líber Seregni (Promoción 45, egresado en 1936, amigo y compañero de tanda de García) y el coronel Raúl Flores, cuñado de García (Promoción 44, egresado en 1935, de la cual también formaba parte Mario Aguerrondo, padre).

Quien habló fue el General. Me explicó que se estaba perjeñando un golpe de Estado, cuyas cabezas visibles en lo militar eran el General Moratorio, ministro de defensa y el General Aguerrondo. En lo civil estaban implicados personalidades del ala conservadora de los partidos tradicionales. La bendición venía por parte de algunos sacerdotes ultramontanos de la Iglesia Católica. Siguió el General, diciendo que se había conformado una muralla antigolpista con la colaboración de su colega y amigo el General Santiago Pomoli. (Promoción 47 del año 1938, padre del actual comandante de la fuerza). En conocimiento de mi cargo me preguntó cual sería mi actitud. Obviamente me adherí a la causa, y ya en mi unidad, reuní a mis oficiales alrededor de una mesa, puse mi pistola en el centro y les expliqué la situación. La aprobación fue sin fisuras.

Mi tarea era sencilla. De recibir el mensaje tendría que salir en ''fuerza'' con la marinería del Centro de Instrucción y la de la cercana ex Escuela Naval, (hoy Escuela de formación de enfermeras) y dirigirme al puerto donde estaban los destructores escolta Artigas y Uruguay, cada uno con 3 cañones calibre 75 milímetros con alcance de 10 kmts. Durante 24 horas todo fue mutismo y tensa espera. Llegó la segunda órden y de tal modo procedí a telefonear a colegas del ejército previamente designados comunicándoles que al mínimo intento de levantarse en armas la artillería naval les pulverizaría los cuarteles. El golpe abortó, al borde del nacimiento. El suceso, poco conocido es recogido parcialmente por el periodista Alfonso Lessa y en detalle por Samuel Blixen en su libro reportaje al General Seregni, donde este relata como le dio el ultimátum a su colega Aguerrondo. El suceso provocó una fractura en el ejército y parte de la sociedad cuando a raíz de una ceremonia en un cuartel, el Presidente del Colegiado, Alberto Heber, invitado como representante del Poder Ejecutivo, al ingresar a la unidad, recibido por los Generales, formados y alineados dio la mano a cada jerarca salteando notoriamente a los Generales Seregni de extracción batllista y Pomoli, blanco independiente, que estaban uno al lado del otro. El suceso tomó ribetes de escándalo cuando los agraviados reclamaron la intervención del Tribunal de Honor, que al darles la razón obligó a Heber, a un pedido de excusas. La historia cuenta que los golpistas esperaron sin dejar de conspirar hasta lograr su propósito en Febrero y Junio del 73.

Pero los constitucionalistas no habíamos bajado los brazos y nos reuníamos alrededor de Seregni. Fallece el presidente Gestido y Pacheco Areco toma el poder. La gestión gubernamental tiene el sello de la represión permanente, bajo Estado de Sitio, que en Uruguay está consagrado por la Constitución en el artículo 168 inciso 17 con la denominación de Medidas Prontas de Seguridad. Pacheco, conociendo el pensamiento de Seregni -quien al frente de la División 1 del ejército era una valla para sus desbordes- recurrió al expediente de hacer viajar al comandante del ejército al exterior, lo que llevaba a Seregni al comando por razones de sucesión de mando. Simultáneamente daba la orden de llevar a cabo ''trabajos sucios'', v.g, intervención de la universidad y militarización de los bancarios. Aunque sintiéndose desgarrado por dentro, por razones de obediencia el General dio cumplimiento a ambas órdenes con infinita delicadeza, lo que fue entendida tanto por la rectoría como por AEBU.

Y así nuestro grupo llega a la ''noche de las angustias''. El General nos había confirmado su solicitud a situación de retiro. Recuerdo el estupor y la angustia reflejado en los rostros de los coroneles Pedro Montañez y Raúl Michelini, primo de Zelmar. De pronto alguien de entre nosotros -olvidamos quien fue- dijo: -Esto es el golpe seguro. Y agregó: -Si no puede ser comandante, que sea presidente de la república.

El estupor que se había sumado al estupor, como por arte de magia viró en decisión. Todos salimos a buscar a algún alguien para convencerlo de las cualidades del General, antes mismo de enterar al propio Seregni. El coronel Michelini habló con Zelmar. Yo, con Maneco Flores y con Glauco Segovia, mi ex compañero de liceo. Para nuestra sorpresa el fenómeno se hizo aluvional. Dirigentes de la talla de Zelmar Michelini, Alba Roballo, Washington Fernandez, ex ministro de Luis Batlle se acercan a Seregni, y obran como imán para poner en movimiento a muchos mas.

En eso momentos, la casualidad o el destino me hizo partícipe de dos hechos. El primero: Un día me encuentro con un viejo compañero del Liceo Naval, quien me cuenta que es piloto amén de haber estudiado ingeniería. El nombre me suena por otras razones, y revolviendo mis papeles compruebo que el ingeniero Camou es el Director de UTU amén de ser el primer suplente del arquitecto Juan Pablo Terra, presidente de la Democracia Cristiana. Me decido y voy a su oficina. Cuando me hacen pasar, veo a un señor que no era el que yo conocía. Me juego el todo por el todo y le digo que soy capitán de navío en actividad, que vengo a hablarle de política y que si él me denuncia a mi me ''fusilan''. Bien, el ingeniero no sólo no me denunció, sino que escuchó con atención mi panegírico del General Seregni. Nos despedimos amistosamente, con el compromiso de hablar cada uno con su referente, y de ser posible organizar un encuentro. El encuentro se llevó a cabo en mi casa, y allí Terra le explico detalladamente al General Seregni cual era el significado y el propósito de su pequeño libro titulado ''Por un Frente Amplio sin exclusiones''.

El otro hecho ocurrió así: Un ex y querido profesor de mis tiempos de alumno de la Escuela Naval, el capitán de navío Elbio Amorín, diputado por Maldonado por la lista 315 del doctor Amilcar Vasconcellos, me pide de parte de su mentor que trate de convencer al General Seregni de aceptar la candidatura a Vice, en una fórmula que encabezaría el propio Vasconcellos. El General declinó amablemente la oferta porque la adhesión al Frente era imparable. Y así llegamos al 26 de Marzo de 1971 donde yo, mimetizado entre la multitud que colmaba la explanada de la IMM, vibré de emoción con la palabra del General, que de tal modo hacía su presentación en sociedad.

Lo que sigue es conocido. Elecciones tramposas donde se jugó a confundir a la gente con la reelección de Pacheco y la simultánea elección de un desconocido Bordaberry.
Ironías de la historia, el doctor Aparicio Mendez quien denunciaría el fraude en nombre del Partido Nacional, pasaría a encabezar una presidencia títere de la dictadura, que se instaló el 27 de Junio con la complicidad del ''electo'' presidente Juan María Bordaberry, que unía a su condición de traidor la de religioso ultramontano.

La Armada, que bajo las órdenes de su comandante el almirante Zorrilla, había hecho de la Ciudad Vieja una ''Zona Libre'' -mediante una barrera que a lo largo de la calle Juan Carlos Gómez, iba de mar a mar (todo un símbolo)- y la había ofrecido a Bordaberry, tuvo que capitular, por cuanto el interesado era alérgico a la democracia y a las libertades ciudadanas. Después vino la prisión. Para mi unos meses, para EL General casi doce años, donde, por primera vez en la historia de la República un General es salvajemente torturado, algo que el General, que amaba al ejército como nadie, jamás mencionó.

La apoteosis de la liberación. El retomar la conducción del FA. Su renuncia. Todos son pasos seguros a la mejor historia del Uruguay, algo que muchos no comprendieron. Siguió la fase académica desde el CEE 1815, donde tozudamente el General conferencia tras conferencia, libro tras libro dibujó un futuro donde el diálogo y el acuerdo político fueron la médula de su obra.

El General Mac Arthur decía: ''Los viejos soldados nunca mueren''. Tabaré lo reafirmó en el cementerio:''Hombres como el General Seregni, no se sepultan, se siembran''.

Un adolescente de nombre Gabriel, envió a AM Libre un email, donde, con la frescura y espontaneidad de los jóvenes, que tanto gustaba al General, lo tutea: ''General, yo no te conocí. Te conocieron mis viejos y mis abuelos, por eso sé quien sos. Cuando llegues arriba te vas a encontrar con el otro General. No te preocupes. Nosotros, los que quedamos aquí abajo cuando digamos General, estaremos hablando de Artigas o de vos.


(*) Contra almirante (R). Uruguay.

No hay comentarios.: