jueves, 21 de junio de 2007

TRISTECIA POR EL GENERAL SEREGNI


General:
estoy escribiéndole a mis amigos, hermanos y hermanas de la vida, repartidos en la ciudad y los continentes, con el corazón apretado por
una noticia oscura como los malos augurios y la miseria de los que
comen de la basura y pasean sus miserias mirándose en el espejo del
mundo, que llama a esas desgracias “costo social”.
Ud. sabe, porque he tenido el privilegio de conversarlo con usted
muchas veces, que lo considero un hombre más allá del partido
político (aunque los dos sabemos, que somos orgullosamente
frenteamplistas) , por eso disfruto más del hombre que del líder o el
conductor de la comunidad política a la que pertenezco.
No le oculto que a veces me ha hecho calentar y enojarme, haciendo
declaraciones a la prensa, pero siempre acabo reconciliándome con Ud.
General, capaz de repartir tibiezas como miel sobre hojuelas, como
decía su abuela la Vasca.
Ahora que es jueves, y estoy en casa consternado por ciertas malas
nuevas que me traen gente que se ha jugado la vida por las mismas
cosas, trato sólo de pensar en Ud. General caminando altivo,
inquebrantable, el 9 de julio de 1973, a las 5 en punto de la tarde.

O quizás en aquella noche de asado, que inventaron Ernesto y Eduardo.

O en el homenaje que inventaron el Hugo, Lucía y los universitarios del 83. Pienso en esos días, mientras compañeros de siempre, gente fina, con
sus dolores y heridas, me miran desde la edad madura y me dicen
quebrados: “Mirá que el General...”.

Pero no puedo llevarles el apunte.
Tozudamente, miro el cuadrito que me regaló Reyes, en el que estamos
abrazados, y donde casi se puede sentir el olor del asado, el calor de
aquellos amigos de puta madre(entre los que está Ud. por siempre y
para siempre), y no le llevo el apunte a la pálida.
Entiendo que esa mujer que estuvo presa, que dejó su juventud y su
belleza en la resistencia contra la dictadura, que me cruzó en el
centro hace un rato, me diga: ¿Sabés que el General...?
Entiendo que como hormiguitas frotando las antenas, nos pasemos el
santo y seña de un dolor anticipado, porque entre muchos se lleva
mejor una carga de ese porte. Pero no quiero oír.
Quiero pensar que Ud. que merecidamente pidió el retiro de la vida
política, para dedicarse a Lili, a sus hijas y nietas, anda lejos de
Malvín y de las calles, porque hace frío y aunque Ud. sea un hombre
de excepcionales condiciones físicas, déjese de joder, a los ochentaitantos hay que cuidarse y afuera hace mucho frío.

Usted me dice en una carta: “La gran riqueza para un hombre(y una mujer, no seamos machistas) es el afecto, el cariño que le demuestran los
amigos.Y-en estos días-he estado viajando sobre nubes de emoción.
Miel sobre hojuelas, diría mi abuela”.
La tengo frente a mí y veo el símbolo patrio que precede al
General(R), el título que Ud. se ganó no sólo en la Escuela Militar
donde sirvió con honor, sino principalmente en la gran forja humana de
la época oscura, porque enfrentar a dictadores, no acostumbran los señores de quepis.

General, aunque Ud. sabe que detesto los uniformes como el viejo
Onetti, también sabe que nunca le he llamado de otra manera, porque
siempre recuerdo el placer de Rubito Lena cuando decía: “el General
José Artigas, el General Seregni”, saboreando de un modo especial la palabra “General”, cuando se refería a hombres conductores de
hombres que no precisaban de galones para alcanzar ese rango.



Don Líber, Usted ya adivinó que estoy poniendo en conocimiento de las
horas difíciles que están viviendo su Lili y su familia, a muchos
compañeros y compañeras que por ahí todavía no saben de su estado de salud.
De cualquier modo, les escribo para espantar el dolor creciente que me
molesta como un tábano, y para decirles a mis compañeros queridos que sé muy pocas cosas, casi nada, pero que he aprendido que la muerte no es gran cosa.

mi abrazo de siempre

El Macu

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