jueves, 21 de junio de 2007

La importancia de llamarse Ernesto


a mi hijo Miguel Ernesto


los antiguos pieles rojas
-aunque en tu edad de galaxias y cohetes
las llanuras norteamericanas parecen las cuevas de altamira-
hacían poesía al nombrar a sus hijos
"flor de la mañana" o "gamo veloz"
"última luz del día" o "águila blanca"
eran versos breves
-en lenguas ya lejanas-
convertidos en nombres sonoros
de una raza esparcida por la tierra
en la edad del búfalo
el tuyo no es un nombre de culto
ni es el pequeño gesto tipográfico del devoto
que condena a su prole a cargar con el halo de un santo
la lapidaria sombra de un prócer
o los 400 goles de un centro-forward jubilado
un hombre, hijo mío,
nombra a sus hijos como quien mira al horizonte
y se siente prolongado en la mirada
que presiente el color de otras mañanas
por eso un hombre nombra
como quien lanza una bengala
para dejar su señal en el cielo
pretendiendo extenderse en los que irán más lejos
los que por orden natural
deberán sobrevivirle
tu nombre es un breve acto poético
un eco que resuena en el tiempo
con la misma hondura humana
con que los antiguos americanos
celebraron a la tierra y sus dones
en los nombres de sus hijos.

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