lunes, 25 de junio de 2007
JULIO HUASI
Julio Huasi y las Madres de Plaza de Mayo
El “juglar de la revolución”. Así llamaron en los 60 a Julio Huasi, que era en realidad el poeta argentino Julio Ciesler. Desde los albores de su vocación de poeta y periodista, optó por estar del lado de los marginados y cambió su apellido europeo por uno indígena, que en mapudungun significa “la casa de todos”. Así era él, tenía su casa abierta a todo el mundo, aunque sólo fuera para compartir un pedazo de pan y un mate.
Poeta, periodista, militante, autor de canciones populares, Huasi vivió en Chile más de cuatro años a fines de los sesenta. De su vida personal no es mucho lo que se sabe. Así como hospitalario, era muy reservado. Además de su hija, que hoy vive en España, se conoce que tuvo otro hijo en Argentina. Pero al momento de morir estaba solo, así que se desconoce el día exacto de su suicidio. Mes trágico para Argentina, del más sangriento golpe de Estado, marzo fue también el mes de su muerte y nacimiento: había nacido en 1935 un día 20, en Buenos Aires, en el seno de una familia humilde. También en ese mes decidió pegarse un tiro en la sien en la soledad de una pieza de alquiler, a los 52 años. Sus amigos y compañeros de trabajo recuerdan que pobreza y melancolía marcaron su vida.
Lo conocì en Bs.As. personalmente, pero conocía sus poemas desde finales de los años 70 cuando los decía el Julio Calcagno.También lo ví fugazmente en Montevideo, a la salida de la dictadura.
Era un hombre entrañable y un luchador con un enemigo que no pudo vencer.
Con algunos pocos, entre los que se cuenta el también poeta Mario García le recordamos a la hora de sacudir las tristecías.
Es al pedo muchachos.
“flaco, hermanito ¿te acordás cuando empinamos
el codo?” J.H.
cuando el ánima de julio huasi
se fue por el agujero
que él abrió con propia mano
amigos y deudos nos sentamos a llorarlo
en un homenaje con poetas y profesores
con recuerdos como fotografías
que el viejo mario garcía sacaba
en lentos flashes de máquina de plaza
había un análisis de la poética de julio
entre bandoneones y el melancólico auditorio
de miradas graves y caretas circunstanciales
con el teatro oliendo a flores de cementerio
todo convocaba al hálito invernal del suicidio
y a la misma muerte
hasta que entre señoras y señores
pasó la sombra del arlequín
el turro angelito girando como un aspa de molino
-“ es al pedo, hermanito”
me levanté y me fui
a tomarme una de cara al cielo
-el turbio cielo del río de la plata-
a la memoria eterna de julio huasi.
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